Capítulo V, parte III

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Poco después de que los Drescher desaparecieran en el estudio, Marcus salió de otra habitación.

Su rostro estaba lleno de sombras de preocupación y cansancio, pero aun así mantuvo la compostura. Cogió aire un par de veces y relajó los hombros, después, se acercó a Amanda y a Basil, que aún permanecían sentados y sumidos en un profundo silencio. Los demás invitados se habían marchado ya, afortunadamente, ya que no estaba de humor para aguantar a nadie más y mucho menos para escuchar rumores y estupideces. Se había pasado el último cuarto de hora bregando con Geoffrey y su borrachera, pero había conseguido que durmiera un rato. Cuando estuviera más sereno hablaría con él y aclararían muchas cosas.

—Basil —saludó y esbozó una sonrisa tranquilizadora al ver sus ojos desenfocados y turbios—. ¿Está mejor?

Amanda chasqueó la lengua y se cruzó de brazos.

—Acaba de arruinarse, Marcus. ¿Cómo va a estar?

Al escuchar sus palabras carentes de tacto, Marcus miró a su mujer con dureza y sacudió la cabeza sin dar crédito a lo que oía. En ese momento se escuchó el sordo rumor de una puerta al cerrarse y el inequívoco sonido de una discusión.

Marcus se giró hacia el pasillo y esperó a que los Drescher aparecieran por él. Quería disculparse con ellos por el comportamiento de Geoffrey y comprobar que Rose estaba bien. Él estaba al corriente de sus problemas financieros, y lamentaba mucho su situación.

—¡No puedes irte así como así! —exclamó Rose desesperada y se detuvo para mirar a su padre, que lo hizo un poco más adelante.

—Es la única manera, Rose. Y no levantes la voz —contestó Vandor y pasó junto a ella rápidamente.

Por mucho que le doliera había tomado una decisión y no iba a revocarla de ningún modo. Su familia saldría adelante fuera como fuera, aunque eso significara tener que hacer un sacrificio como el que estaba a punto de hacer.

Pero ¿qué otra cosa podía hacer?

Rose sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas de frustración e impotencia. Cuando su padre tomaba una decisión era imposible cambiarla, por mucho que tratara de razonar con él y aunque sus argumentos fueran firmes. Daba igual la manera en que eso les afectara, todo se hacía tal y como él quería, hasta el final. Hasta la última consecuencia.

Frustrada y terriblemente triste se secó las lágrimas con rapidez y, después, le siguió a trompicones.

—Gracias por dejarnos ese momento, milady. —Vandor sonrió con tristeza y miró a Basil, que seguía con la mirada clavada en el suelo, en estado de shock.

Amanda le devolvió la sonrisa e hizo un gesto para quitarle importancia. Junto a ella, Marcus también sonrió, con amabilidad.

—Geoffrey... quiero decir, el barón de Colchester me ha pedido que me disculpe en su nombre. Su comportamiento ha sido atroz.

Vandor frunció el ceño y resopló.

—Su comportamiento lleva siendo así mucho tiempo, milord. Una disculpa no va a cambiar lo que nos ha hecho.

Marcus se encogió de hombros y no añadió nada más, porque sabía y asumía que él tenía razón. En realidad, tampoco había mucho más que decir. En momentos como aquél las palabras sobraban, al igual que los gestos que trataban de ser amables.

Todos se quedaron en silencio durante unos segundos, hasta que éste se volvió incómodo.

Finalmente, fue Vandor quien lo rompió:

Conquistando lo imposible (Saga Imposibles I) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora