Capítulo VII, parte V

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—Son más de la una, milord. —Uno de los sirvientes más jóvenes interrumpió el tenso silencio que, desde hacía un rato, reinaba en el salón.

—Esperaremos cinco minutos más. Si en ese tiempo la señorita Drescher no ha bajado, comeré sin ella— contestó Marcus y se removió en la silla, claramente molesto.

Aun así, no dijo nada que desvelara su creciente mal humor, pero sí taladró con la mirada al reloj que seguía marcando la hora, ajeno a él y a lo que sus manecillas le provocaban.

¿Dónde se había metido? No entendía por qué Rose tardaba tanto en bajar. Bien sabía ella que odiaba la impuntualidad, pero continuaba llegando tarde a pesar de todo lo que habían hablado. Además... aquella era la segunda vez en un mismo día, lo que era completamente imperdonable.

Los criados continuaron con sus quehaceres cinco minutos más. Pasado ese margen de tiempo comenzaron a intercambiarse miradas nerviosas y preguntas que no tenían voz, pero que todos mantenían presas en sus gargantas.

Finalmente, cuando el puntero del reloj marcó el cuarto de hora, Marcus les hizo un gesto para que empezaran a servirle. No dijo nada, pero tampoco hizo falta que su voz acompañara al seco manotazo que no pudo contener.

Sí, estaba de muy mal humor. Y sí, estaba muy decepcionado... aunque no solo con Rose, sino consigo mismo, lo que era aún más preocupante. Desde que había dejado a la joven en su puerta, no hacía más que pensar en ella, en el momento en el que volvería a verla. Llevaba una condenada e inmisericorde hora pensando en sus labios, en cómo se sentirían bajo los suyos. En qué murmurarían si él se apartaba.

Una hora llena de tortuosas fantasías que no hacían otra cosa que alimentar su propio anhelo de compañía, su propia y fatídica sensación de que todo estaba a punto de irse al traste.

Pero por encima de todos esos pensamientos, solo había uno, brillante y rojo, debido al mal humor.

¿Por qué demonios no bajaba? ¿Por qué no estaba allí?

En ese momento, Rose abrió la puerta. De inmediato, todos los que estaban en la habitación levantaron la cabeza y la miraron: algunos con alivio y otros con compasión. A sabiendas de que estaba siendo observada, la joven se encogió sobre sí misma, repentinamente avergonzada, pero avanzó con la mirada clavada en los ojos de Marcus.

—Yo... lo siento mucho. Milord —añadió y apartó la mirada de la suya, gélida e intimidante. Quiso decir algo para romper el silencio que les cubría, algo con lo que, quizá, excusarse, pero se contuvo a tiempo de abrir la boca. Sabía que no tenía excusa alguna para su falta y tampoco pensaba inventarse alguna. Lo cierto era que el tiempo había pasado volando mientras leía su nuevo libro—. Me entretuve leyendo y no me fijé en la hora. Debí haber sido más cauta, milord, pero no fui consciente en el momento de ponerme a leer. No volverá a ocurrir.

—Eso no es excusa, señorita Drescher —contestó él con frialdad, decepcionado en lo más hondo de su ser. Él llevaba toda la hora esperando verla y ella... bueno, no había tenido ningún reparo en decirle que prefería la compañía de un libro. Había sido un duro golpe a su ego masculino—. Ya la avisé de lo que ocurriría si llegaba tarde, como confío que recuerde.

Rose bajó la cabeza y se mordió el labio inferior, pesarosa. Se merecía el castigo y lo sabía pero no pudo evitar una punzada de decepción que la atravesó de lado a lado. Aún así, decidió capitular dócilmente, a la espera de otra oportunidad más propicia.

—Tiene razón, milord. Lo lamento mucho. Si me disculpa, iré de inmediato a mi habitación y esperaré a que se me llame.

Él suspiró, hastiado, mientras la contemplaba largamente. Vio sus ojos compungidos y tristes, secos, cierto, pero infinitamente arrepentidos. Y no pudo evitarlo. Sintió un latido desacompasado y tenue, pero con la suficiente fuerza como para hacer que su mal humor se disipara un tanto Resopló con fuerza y negó con la cabeza. Después hizo un gesto para que se sentara e ignoró las miras asombradas de sus criados.

Conquistando lo imposible (Saga Imposibles I) COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora