2. Sucesos Extraños

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La chica atacó su bocadillo como si fuera un león que había atrapado a su presa. Estaba hambrienta y además, tenía la sensación de que era una persona a la que le gustaba mucho comer.

—Más despacio, Greenbean. Terminarás atragantándote —comentó Newt a su lado, dándole unas palmaditas en la espalda.

—¿Greenbean?

—Así llamamos a los novatos.

—¿En serio? No sé si los demás pasaron por un período raro de mutación. Pero por si no os disteis cuenta no tengo forma de judía ni soy verde —dijo ella, mientras se apartaba su cabello castaño de la cara que le molestaba, para darle otro gran mordisco a su bocadillo.

Newt soltó una carcajada, mientras negaba con la cabeza, con diversión.

La verdad es que después de las explicaciones que le habían dado a Ana, su cabeza aún daba vueltas y tenía muchas preguntas, pero decidió ignorarlo de momento y concentrarse en su plato, que ya casi estaba vacío, pero aún tenía hambre. Además por más que había insistido no le contestaban más preguntas.

Newt se encogió de hombros.

—A todos los llamamos de esa forma, hasta que llega el siguiente. Es uno al mes, así que aún te queda mucho tiempo como Greenbean —dijo el muchacho.

—Hablas como si en lugar de personas fueran cargamentos de patatas que llegan periódicamente —comentó ella, soltando una carcajada y llevándose el último trozo del bocadillo a su boca.

Cuando tragó y terminó su vaso de agua, Newt interrumpió el silencio que se había formado.

—Muy bien, ahora a dormir. Estarás cansada —dijo el muchacho, levantándose.

—Pero, pero, pero tengo hambre —se quejó ella, como una niña con un berrinche.

Newt rodó los ojos, visiblemente irritado.

—Acabas de comer, bajo tus condiciones del trato. Así que deja ya de quejarte como si tuvieras cinco años —comentó el chico arrastrándola por el brazo a la salida de la cocina.

—Vas a tener que acostumbrarte, querido. Mi mentalidad infantil es parte de mi encanto natural —comentó ella, burlona y le guiñó un ojo.

Newt volvió a rodar los ojos y la condujo hasta una cabaña, que parecía la construcción más desastrosa que había visto, pero decidió no quejarse, al fin y al cabo le estaban dando refugio.

—Compartirás el lugar con Nick, quiere asegurarse de que nada se descontrole contigo. Además estarás más segura con él —comentó Newt—. Y pronto te llevará a un Tour por el Claro.

El muchacho se alejó de ella, dejándola con sus pensamientos. A Ana le asustaba un poco la idea de compartir casa con un desconocido, que ni si quiera sabía si le agradaba. Pero entendió que tenía sentido, ya que no conocía lo que la rodeaba y era mejor tener a alguien a quien pudiera preguntar para no morir por tocar un hongo venenoso o algo así. Además cuanto antes se acostumbrase a estar rodeada de aquella gente, mejor. Total, no había otro lugar al que ir.

—¡Genial! De viaje con mi compañero de piso. ¡Yupi! —dijo Ana, al aire. No sabía si estaba siendo sarcástica o no. La verdad es que tenía ansias por conocerlo todo, pero al mismo tiempo estaba aterrada.

(...)

Ana seguía con la mandíbula descolgada y mirando al infinito. Alby pasó la mano por delante de ella por quinta vez.

—¡Ana! ¡Di algo de una maldita vez! —exclamó zarandeándola, pero no dio resultado y, de repente, sintió que se había equivocado al decidir enseñarle lo que había realmente en el Laberinto; habían pasado solo cuatro días desde que había llegado y, aunque su adaptación había sido un golpe fuerte para ella, había sido sorprendentemente rápida. Por eso creyó que estaba lista.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora