6. ¿Qué pasa con Teresa?

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—No vengas, Annie. La última vez que entraste en el Laberinto te picó un Griever —le recordó Newt.

— ¡Me importa una mierda lo que pasara la última vez! ¡Alby también es mi amigo! —explotó ella. Ya estaba cansada de que la tratasen como una niña de cinco años que no sabía nada; le habían picado, sabía más que la mayoría; puede que tuviera una personalidad infantil y que a veces le divirtiese hacerse la tonta, pero no lo era.

—¡A mí me importa! —exclamó el chico—. ¡No necesitamos más heridos!

—¡Tú también podrías salir herido! ¡No tienes que protegerme, Newt! ¡Especialmente de lo que no sabes protegerte ni tú! —gritó Ana—. ¡Además está a solo unos metros, no pasará nada!

El chico la miró con reprobación, pero no dijo nada.

Ana suspiró con cansancio. No sabía lo que pasaba, ella y Newt nunca discutían, no era propio entre ellos.

La chica siguió a los muchachos y ayudó a descolgar a Alby y a llevarlo a la enfermería para que le inyectaran el suero.

Ana miró a Newt. Se notaba que estaba muy preocupado por Alby. Seguramente para él era uno de sus mejores amigos, probablemente una de las personas más importantes en su vida. También ella sentía algo parecido, pero sabía que no podía llegar a comprender la relación que mantenían ellos, porque se conocían mucho antes de que ella llegase al Claro.

—Siento haberte gritado —se disculpó ella, cuando Alby ya estaba tumbado, con el suero y estable.

Habían pasado horas calmándole. Newt había tratado sacarla de allí, pero de nuevo se había negado rotundamente.

El silencio reinó unos segundos antes de que el chico respondiera.

—Yo también lo siento. Tal vez no pueda protegerte —dijo el muchacho—. No pude proteger a Alby, ni a Nick.

—No fue culpa tuya, Newt —rebatió Ana, volviendo a sentir ese pinchazo en su pecho por la muerte de su amigo—. Hay muchas cosas que se escapan a nuestro control, sobretodo aquí.

El chico asintió, lentamente.

—Además, no me habría muerto —añadió ella, dándole un empujoncito juguetón en el hombro—. El día en que muera te diré: "Dame dinero y mañana te lo devuelvo".

Newt soltó una risa. Ana sabía que no era una gran carcajada de alegría, pero era mejor eso que nada.

—Si cada vez que corres peligro de muerte me pidieras dinero, ahora estaría sangrientamente arruinado —comentó él, mirándola de forma divertida.

—Y yo sería sangrientamente rica —respondió ella, soltando una carcajada.

—¡Eh! ¡Me robaste la palabra! —rio el chico.

—¿Y qué vas a hacer, denunciarme por Derechos de Autor? —cuestionó la muchacha, divertida—. ¡Te apuesto a que terminará siendo Patrimonio de la Humanidad!

Ana empezó a hacerle cosquillas.

—¡Para! —exclamó el chico, entre risas.

—¿Y qué harás si no? —retó ella.

Sin previo aviso, él empezó a hacerle cosquillas también hasta que empezó a tener hipo. Como se estaba riendo al mismo tiempo, el hipo interrumpía sus risas ocasionalmente. En sí, la escena era tan cómica que Newt terminó riendo, hasta que le dieron calambres en las mejillas.

—¡¿Y tú de qué... hip... mierda te... hip... ríes?! —exclamó la chica.

— ¿No es obvio? —cuestionó el chico, señalándola mientras seguía riéndose.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora