«Ana» pensó la chica, mientras el ascensor seguía subiendo y se repetía eso una y otra vez en su cabeza. Sabía que era su nombre, pero no sabía qué significaba eso. ¿Ana? Incluso le sonaba extraño, lejano. Aunque, la verdad, en ese momento, todo le parecía lejano, como un sueño, como si esa no fuera ella, como si el ascensor y sus ruidos no fueran reales, como si los tumbos que daba de un lado al otro como un pingüino borracho no los estuviese viviendo, porque la idea de que le estuviera pasando aquello le parecía poco creíble.
Cuando las puertas se abrieron, dejando las expresiones perplejas de unos chicos, el primer pensamiento que le vino a la cabeza es si estaría muerta y si ese era uno de esos cielos en los que te esperaban muchos pretendientes, pero para Ana era más bien una pesadilla de la que solo quería despertarse.
—¡Mierda! Ahora no sabré si puedo atravesar paredes —soltó ella, sin pensarlo mucho. La verdad es que no recordaba haberse muerto y se preguntaba si habría atravesado paredes como un fantasma de haberse quedado en el mundo terrenal.
—¡Es una chica! —exclamó uno de los muchachos, señalándola como si fuese un monumento de feria.
—Muy agudo. Tal vez algún día podríamos sentarnos a tomar un té y hablar de la hermosa biología humana —respondió ella, sarcásticamente, mientras se incorporaba—. No me interesa esto del cielo de los pretendientes, así que Dios, Universo o Karma llévame a otro sitio. A poder ser un valle de arcoíris y unicornios. O tal vez la fábrica de chocolate de Willy Wonka.
Ana tenía la sensación de que era una persona que mantenía el sentido del humor incluso en situaciones desesperadas, porque, de alguna forma, el hacerlo le ayudaba a liberar sus emociones negativas y la impulsaba a seguir adelante.
Los chicos la seguían observando como si fuese una mutación genética o algo parecido y el universo parecía estar riéndose de ella por sus peticiones.
De un segundo a otro, estallaron murmullos que llenaron todo el ambiente.
—¿Cómo es posible que haya llegado?
—Está buena.
—Esto no tiene sentido.
—¿Una chica en el Claro?
—¿Qué hacemos con ella? ¿La devolvemos?
—¡¿Cómo vamos a devolverla, imbécil?!
Ana estaba agotada, no sabía que pasaba y no estaba de humor para asimilar toda la información que la rodeaba, así que lo único que quería hacer en ese momento era la reacción humana menos normal: dormir.
La chica ignoró todo como si se tratase de una pesadilla y se tumbó, tratando de descansar, para despertarse de ese sueño y poder volver a la vida que había olvidado, queriendo creer que todo aquello no era real.
—¡Hey, Greenie, agárrate a la cuerda! —exclamó una de las voces desde arriba, después de un rato.
La chica entreabrió los ojos para ver que era cierto, le habían tirado una cuerda, pero como todo aquello era solo un sueño, decidió cerrar los ojos de nuevo y contestarle:
—¡Cierra la boca, producto de mi imaginación! ¡Intento despertarme del sueño más raro de toda mi vida! Y eso que una vez soñé que una patata se comía un unicornio.
La verdad es que no recordaba nada, ni los sueños ni ningún otro dato de su vida a parte de su nombre, solo había dicho la primera estupidez que se le había pasado por la cabeza, la cual pareció causar algunas risas.
—No es un sueño, vamos sube —dijo una voz algo más amable.
Ana no tenía intención de hacerles caso, pero cuando el resto de los chicos empezaron a insistir también y no la dejaron dormir, decidió que se despertaría antes si subía.
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Maze Runner: La Prueba de la Esperanza
Hayran Kurgu❝Tienes el espíritu más inquebrantable que he visto.❞ Cuando Ana llega a un lugar llamado el Claro, un laberinto que se mueve como una ouija en el que viven unos bichos-monstruos y donde está atrapada y sin memoria, los chicos que viven allí, no tar...