Epílogo

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—Muy bien, niños. ¿Alguien puede decirme qué quiso expresar Albert Einstein con esta frase? —La maestra señaló la pizarra, donde estaba escrito "No podemos resolver nuestros problemas con el mismo tipo de pensamiento que utilizamos cuando los creamos".

Un muchacho de doce años, quien también era el más inteligente de la clase, levantó la mano.

—Sí, ¿Paul? —dijo la mujer, señalándole, para darle el turno de palabra.

—Que si pensamos de una manera con la que creamos un problema, no podrá ser resuelto aplicando la misma fórmula. Por ejemplo, la guerra no se soluciona con más guerra, sino con la paz —explicó el alumno.

—¿Y cómo podemos relacionar esto con nuestra historia? —volvió a preguntar.

Alya, una niña flacucha y pelirroja, levantó la mano y la maestra no tardó en darle permiso para hablar.

—La organización Coalición Post Catástrofe y el CCP crearon un virus hace unos años para exterminar a la mitad de la humanidad. Ellos pensaron que valía la pena sacrificar a unos pocos por la supervivencia de muchos, pero se salió de control y casi todas las personas fueron aniquiladas —empezó explicando.

Alya era también la más inteligente de la clase, que competía con Paul por el primer puesto.

—Más tarde surgió CRUEL, quienes, siguiendo con el mismo tipo de pensamiento, creyeron que podían encontrar una cura, sacrificando a algunos inmunes para experimentar y así salvar al resto del mundo —continuó Paul, siguiendo el discurso de su compañera—. Pero no les sirvió de mucho, porque fracasaron.

—Porque, al tener el mismo tipo de pensamiento, se toparon con el mismo muro con el que se había creado el problema. La humanidad no puede ser salvada, si tiene falta de humanidad —terminó Alya.

A la maestra no le sorprendió que hicieran todo un argumento juntos, a pesar de no haberlo planeado. Sabía que ellos dos eran muy buenos amigos y se motivaban y ayudaban el uno al otro para elevar el nivel de su inteligencia todo el tiempo, por lo que no era de extrañar que, teniendo un pensamiento tan similar, pudieran llegar a terminar las frases del otro y seguir fácilmente lo que decían.

—Sí. Hizo falta otro tipo de pensamiento, para que se pudiera arreglar el desastre. Como el suyo, maestra Ana —habló Lara, una chica que solía ser extremadamente amable con todo el mundo.

La mujer soltó una carcajada.

—Gracias, pero la verdad es que no lo hice sola. Tuve mucha ayuda; yo no fui la única en pensar diferente —confesó Ana y luego hizo una pausa, antes de dirigirse al resto de la clase—. Sin embargo, no importa quién lo haya hecho. Lo importante es que debemos pensar diferente para resolver nuestros problemas, porque siempre hay otra forma y siempre debemos tener esperanza. Es lo que nos hace continuar. —Se formó un silencio en el que ella inició una caminata entre las mesas y comenzó a señalar a sus alumnos, para acompañar las palabras que había empezado a decir—. ¡Sed creativos! ¡Usad vuestras cualidades para el bien! ¡Creed en vosotros mismos! —exclamó, dirigiéndose a toda la clase, que ahora tenía la vista fija en ella—. Es una de las mejores cosas que puedo enseñaros.

El sonido familiar de una campana interrumpió el ambiente silencioso que se había formado, en el cual habían estado flotando los pensamientos de los alumnos en el aire.

—Muy bien, chicos. Mañana comenzaremos un proyecto sobre este tema y buscaremos soluciones a problemas cotidianos. Pasadlo bien —dijo Ana, mientras los niños recogían y se despedían, antes de irse por la puerta.

Cuando todos se marcharon, la mujer, se dejó caer en su sillón con un fuerte suspiro, orgullosa de sus alumnos.

Un graznido familiar interrumpió sus pensamientos, antes de que un loro entrara volando por la ventana y se posara en su mano.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora