27. Dondequiera que esté

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Ana no se movió. Estaba manteniendo una charla conectando su cabeza con la de Newt. Después de la última vez que se habían visto, no le había llevado mucho tiempo sumar dos más dos y darse cuenta de que ahora podía comunicarse con él de aquella manera, por lo que Hans había dicho del dispositivo; las capacidades que le proporcionaba estaban creciendo.

Su conversación mental fue interrumpida por la voz de Thomas, quien se había adelantado.

—Hola, Newt. Soy yo, Thomas. Todavía te acuerdas de mí, ¿no es cierto?

—Claro que te recuerdo, Tommy —respondió—. Fuiste a verme al Palacio, a restregarme en las narices que habías ignorado mi nota. No puedo haberme vuelto completamente loco en tan pocos días.

La chica ya sabía eso, lo sabía todo. No era tan difícil, teniendo en cuenta que podía leer la mente de Thomas. Cuando lo había descubierto, había decidido no mencionarlo, porque, en aquel momento, solo quería encontrar a Newt; si no lo hacía, entonces no podrían resolver las cosas.

—¿Entonces qué haces aquí? ¿Por qué estás con... ellos?

Newt echó una mirada a los Cranks y luego volvió la vista hacia él.

—Va y viene, tío. No puedo explicarlo. A veces no soy capaz de controlarme y apenas sé lo que estoy haciendo. Pero en general es como una picazón en el cerebro, que trastorna todo y me vuelve irritable.

—Ahora pareces estar bien.

—Sí, bueno. La única razón por la que estoy con estos chiflados del Palacio es porque no tengo nada mejor que hacer. Se pelean, pero también son un grupo. Si uno está solo, se le acabaron las oportunidades.

Ana también sabía eso. Podía estar en contacto telepático con él todo el tiempo. Era extraño, porque nunca antes había sido capaz, pero ahora sí. La verdad era que los pensamientos de Newt eran muy confusos y tortuosos y le dolía el corazón, al poder sentir en sus propias carnes el tormento que estaba viviendo su mejor amigo.

—Newt, ven conmigo ahora mismo —pidió Thomas—. Podemos llevarte a un lugar más seguro, mejor que...

Newt se echó a reír y su cabeza se agitó un par de veces de una forma rara.

A la joven no le sorprendió demasiado. Llevaba gritándole en su cabeza desde que se reencontraron que volviera con ellos, pero él se negaba.

—Vete de aquí, Tommy. Lárgate.

—Ven conmigo —rogó Thomas—. Te ataré si eso te hace sentir mejor.

Ana abrió los ojos como platos y le dirigió al chico una mirada de horror, como si acabara de soltar una bomba de relojería.

De golpe, el rostro de Newt se puso rígido de ira y sus palabras brotaron con rabia.

—¡Shuck! ¡Cierra la boca, traidor! ¿Acaso no leíste mi nota? ¿No puedes hacer ni una miserable cosa por mí? ¿Tienes que ser el mismo héroe de siempre? ¡Te odio! ¡Siempre te odié!

—Newt...

—¡Tú eres el culpable de todo! Cuando murieron los primeros Creadores, podrías haberlos detenido. De alguna manera. ¡Pero no! Tuviste que continuar, tratar de salvar al mundo, ser un héroe. Y fuiste al Laberinto y seguiste adelante. ¡Solo te preocupas por ti mismo! ¡Admítelo! ¡Tienes que ser el único a quien la gente recuerde y venere! ¡Deberíamos haberte arrojado por el hueco de la Caja!

El rostro de Newt estaba de un intenso color rojo y, al gritar, la saliva escapaba de su boca. Con los puños apretados, Thomas, comenzó a avanzar torpemente hacia él.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora