26. Una causa por la que luchar

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Ana se despertó incómoda, con una horrible sensación de agobio en el pecho. Probablemente se debía a la angustia y el cúmulo de emociones que había experimentado últimamente; desde descubrir que su mejor amigo tenía el Destello, hasta darse cuenta de que lo ama y quiere compartir su vida con él y, posteriormente, ser separada del mismo y el saber que su enfermedad avanza a cada segundo que pasa, tampoco era de ayuda. Sí, Ana no había tenido su semana más tranquila.

La chica abrió los ojos lentamente y se movió, tratando de liberarse de la incomodidad. Al incorporarse, se dio un fuerte golpe en la cabeza contra una estantería que tenía encima.

—¡Ay! ¡¿Pero quién puso ahí esa cosa?! —exclamó, frotándose el lugar afectado, el cual empezó a dolerle más, ya que al principio no lo había notado tanto, porque su cuerpo todavía no había despertado de todo.

Pareció que su voz provocó movimiento a su lado derecho. Ana se giró bruscamente, para encontrarse allí un rostro familiar, que acababa también de despertar, gracias a los quejidos por su golpe.

—Oh, no. La vida debe odiarme —murmuró, frotándose los ojos—. ¿Sabes qué? Seguro que esto es un sueño. Me vuelvo a dormir. —Se volvió a tumbar cerrando los ojos. No tenía energía, ni ganas para lidiar con su hermana ahora y, de todos modos, estaba bastante segura de que su teoría de que aquello era un sueño era real.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por los brazos de Teresa que la aferraron formando un abrazo. Desde luego que aquel era un sueño, porque pocas veces había visto a su hermana iniciando un gesto afectivo.

Ana notó a la chica temblar, mientras oía pequeños sollozos saliendo de su boca.

—Tenías razón. Perdóname, por favor —suplicó Teresa y se separó dejando ver las lágrimas que inundaban sus mejillas—. Creí que habías muerto.

La joven, de repente, tuvo la certeza de que estaba despierta, por el simple hecho de ver el terror que había pasado su hermana en sus ojos cristalizados.

El alivio la inundó al saber que Teresa estaba bien, sin embargo, en aquel momento, se sintió incapaz de corresponder de manera tan emotiva a su gesto. Estaba demasiado en shock por todo lo que había pasado últimamente y ya no sabía cómo reaccionar a las cosas.

—¿Dónde está Newt? —fue la primera pregunta que soltó, sin tan si quiera pensar realmente lo que decía.

La mirada de su hermana se volvió triste, como si sintiera compasión de ella por algo.

—Lo siento. No nos dejaron llevárnoslo —explicó.

Ana sintió como si le hubieran dando una dosis de adrenalina y de repente se incorporó de un salto, pero pronto se sintió mareada y tuvo que apoyarse en la pared para no caerse.

Teresa se apresuró a ayudarla, pero ella la rechazó bruscamente. Estaba enfadada con ella por haber dejado a Newt tirado.

—¿A dónde vas? —le preguntó, mientras la detenía antes de que cruzase la puerta.

—¡¿A ti qué te parece?! Voy a buscar a Newt —respondió, tratando de pasar, pero sin conseguirlo, debido a que todavía no se sentía bien de todo y a que su hermana se lo impedía—. Quítate de mi camino.

—Ana, por favor, por lo menos siéntate unos minutos y piensa lo que vas a hacer. No puedes irrumpir en el Palacio de los Cranks sin un plan —le pidió, tratando de convencerla a través de la lógica.

—Cada minuto que paso aquí hablando contigo, Newt está empeorando, en un lugar que está lleno de lunáticos, solo —le espetó, pero se relajó y se sentó, pensando en la forma de ayudar a su mejor amigo.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora