29. Lo que queda en la nada

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—¡Oye! ¡Déjame! Esto ya es acoso. Te voy a denunciar —exclamó Ana, indignada, mientras Hans la soltaba y cerraba la puerta tras de sí—. ¡Ay, no! ¡Estás planeando matarme! ¡¿Es eso, eres un asesino en serie?!

El hombre suspiró con cansancio, frotándose la frente.

—Escúchame y deja de decir tonterías cinco minutos —pidió.

—¿Tonterías? ¡Ha! Ya te vería yo encerrado una semana con los Weasley —se burló la chica y soltó una carcajada de solo imaginárselo lidiando con un montón de niños pelirrojos y traviesos—. Me apuesto cinco galeones a que Snape y tú seriáis los mejores amigos. Pasaríais los días riñendo a los niños, castigándoles y quitando puntos a Gryffindor. ¿No es como el sueño más hermoso de tu vida? —dijo con una ensoñación tan exagerada, que daba a entender perfectamente que estaba siendo sarcástica.

¡Es sobre tu dispositivo! —exclamó Hans, ya harto de que una chiquilla le tomara el pelo.

—¡Oh, qué mono! Quiere encontrarme el botón de apagar el volumen. Lamento decirte que no tengo —comentó ella y volvió a reír, pero al ver la severidad en el rostro del hombre, se paró a sí misma y se obligó a sacar su lado serio, recordando lo que Newt haría—. ¿Qué pasa con el dispositivo?

—Te expliqué que se había mezclado con tu metabolismo y que por eso ahora no se podía quitar, pero que CRUEL tampoco podría tener control sobre ti —comenzó a explicar.

—Vaya. ¿Es el día de "cuéntame lo que ya sé"? —cuestionó Ana, con una sonrisa burlona, mientras se cruzaba de brazos.

—Déjame terminar —pidió el hombre, perdiendo la poca paciencia que le quedaba—. Creo que llegará un punto en el que no solo podrás leer la mente de las personas, sino que también podrás transmitirles pensamientos, manipularlos e, incluso, hacer que se vuelvan locos.

—Me pregunto si es lo que me habrán aplicado a mí cuando nací —murmuró la chica, pensando en la razón de su personalidad tan peculiar.

—No interrumpas —declaró, con voz autoritaria. Pero esa reacción solo le dio ganas de reír—. Esto es muy serio. Tienes que tener cuidado; podrías de dejar a alguien inconsciente o llegar a matar a una persona de locura.

Ana empezó a ver la gravedad de la situación. No quería lastimar a nadie de esa manera.

La chica cambió el peso a su pierna izquierda, mientras su expresión se tornaba más severa.

—De acuerdo. Prometo ser cuidadosa con ello.

—Bien.

***

Justo cuando sonó la alarma en el edificio de CRUEL, Ana, no tardó en darse cuenta de que el Brazo Derecho había entrado allí, siguiendo el plan para destruir la organización.

La chica se levantó de golpe; impulsada por la adrenalina, cogió la silla en la que estaba sentada y, con un rápido movimiento, golpeó a uno de los guardias en la cabeza, dejándole inconsciente, al menos momentáneamente.

Ana sintió como unos brazos la sujetaban fuertemente por atrás. Debía de ser el otro guardia.

La muchacha pataleó y le pisó un pie fuertemente, haciendo al hombre gruñir por el dolor, pero no la soltó. Después notó algo frío en la garganta, que no tardó en reconocer: una pistola.

—No te muevas o te juro que te dispararé —la amenazó.

El otro guardia empezó a levantarse, mientras se tambaleaba, agarrándose la cabeza. Estaba perdida, tendría que esperar a que llegara el Brazo Derecho, eso si no la mataban antes.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora