9. El precio de la salida

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—¿Alby? —dijo Newt—. ¡Vuelve aquí!

En vez de responder, Alby corrió, dirigiéndose directamente hacia el grupo de Grievers de pie entre él y el Acantilado.

—¡Alby! —gritó Newt.

Thomas comenzó a decir algo, pero Alby ya había llegado a los monstruos y saltado encima de uno.

Ana gritó, pero no le dio tiempo a reaccionar más antes de que Newt se marchara y caminara hacia Alby.

La chica y otros habitantes lo sujetaron. Thomas lo alcanzó y tomó a Newt por los brazos, antes de que pudiera ir más lejos, entonces tiró hacia atrás.

—¡Suéltame! —chilló Newt, luchando por zafarse del agarre.

—¡Estás loco! —le gritó Thomas—. ¡No hay nada que puedas hacer!

El chico le había quitado las palabras de la boca a Ana. Ella quería correr detrás de Alby también, pero sabía que no podía, porque en ese momento, tenía que sostener a Newt. Dos lágrimas rebeldes resbalaron por sus mejillas comenzando un llanto, mientras sentía que le costaba respirar; Alby era su amigo, no quería perder a nadie más.

Dos Grievers más rompieron su formación y se abalanzaron sobre Alby, amontonándose uno encima del otro, chasqueando y cortando al chico, como si quisieran demostrar su viciosa crueldad.

Thomas seguía luchando con Newt, mientras que Ana le agarraba la mano. Notaba como él la apretaba fuertemente, mientras ella lloraba.

La chica terminó abrazándolo. Su corazón le suplicaba a Newt que se calmara con cada latido y pareció haberlo escuchado, porque se dio por vencido.

A Ana no le dolía solo el hecho de que Alby se había ido, sino el sufrimiento que su mejor amigo estaba sintiendo, lo sabía, ella lo había sentido cuando Nick murió. Reconocía que no había tenido un vínculo tan fuerte con Alby, pero sabía que la relación que él había compartido con Newt había sido muy parecida a la suya con Nick y le dolía. No quería que él sintiera lo mismo, no quería que nadie lo hiciera.

Thomas ayudó a Newt a ponerse de pie, quien no podía dejar de mirar fijamente hacia el lugar donde su amigo había desaparecido.

—No puedo creerlo —susurró Newt—. No puedo creer que haya hecho eso.

Ana no se movió de su lado, siguió cogiéndole la mano, tratando de transmitirle todo su apoyo. Se lo debía, ya no solo porque era su mejor amigo, sino porque él había estado para ella cuando Nick murió. Hubiera deseado poderle quitar toda la pena, pero no podía, sabía que no podía.

Minho se movió más cerca de ellos y apretó el hombro de Newt.

—No podemos malgastar lo que hizo. —Se giró hacia Thomas—. Lucharemos contra ellos si tenemos que hacerlo, y les abriremos un sendero hacia el Acantilado para ti y para Teresa. Entrad en el Agujero y haced lo vuestro, nosotros los mantendremos alejados hasta que nos griten para que los sigamos.

—Con suerte, estarán inactivos un rato. Nosotros sólo necesitaríamos un minuto para ingresar el código —dijo Thomas, asintiendo.

—¿Cómo podéis ser tan despiadados? —murmuró Newt, con una repugnancia en su voz impropia de él.

—¿Qué quieres, Newt? —dijo Minho—. ¿Qué nos arreglemos todos y hagamos un funeral?

Newt no respondió, todavía mirando fijamente el lugar donde los Grievers parecían estar alimentándose de Alby debajo de ellos.

Ana abrió los ojos como platos. ¿Cómo podía hablar así?

—Sé lo que quieres decir, Minho. Pero deja de ser tan brusco cinco malditos segundos y explícale lo que quieres decir —lo enfrentó la chica, con una fuerza que no sabía ni de dónde había salido.

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora