23. Porque te mereces la verdad

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—Vamos. No tienes nada que perder —insistió Ana. Estaba siendo más difícil convencerle de lo que pensaba. Tal vez se debiera al Destello.

—Yo dije que no serviría de nada —respondió el chico, molesto—. ¿Por qué los trajiste de todos modos? No quiero contagiar a nadie.

—Son inmunes, Newt. Estará todo bien —explicó ella—. Además, dijiste que no querías entrar en la ciudad. Bien, pues te traje aquí a Hans.

—¿Para qué quieres que haga esto? Sabes muy bien lo que terminará pasando —preguntó el muchacho, cruzándose de brazos.

—Claro que sí. Lo que terminará pasando es que no tendrás ese dispositivo de CRUEL en tu cabeza, si decides quitártelo —contestó ella—. Sabes muy bien lo que pienso del resto.

—Annie —la expresión de su amigo pareció suavizarse considerablemente, al mismo tiempo que suspiraba y se acercaba a ella—, tú también sabes muy bien lo que yo pienso y no estoy asustado.

—¡Pero yo sí! —exclamó ella, frustrada, con los ojos cristalizados. Newt le puso una mano en el hombro para tranquilizarla y ella levantó la vista para mirarle—. ¿Qué harías tú en mi lugar?

El muchacho abrió la boca para hablar, pero se paró al analizar un poco más la cuestión.

—Al menos piénsalo —pidió Ana—. No tienes nada que perder y de todos modos ellos ya están aquí.

—¡¿Por qué?! —cuestionó el chico, enfadado de repente—. ¡¿Por qué haces estas sangrientas cosas?! ¡Yo dije expresamente que no quería que me sacaran el dispositivo! ¡¿Por qué no me escuchas?!

—Siempre te escucho —repuso la muchacha, cruzando los brazos sobre su pecho—. Por eso están aquí. —Señaló a Hans y a su esposa—. Dijiste que no entrarías en la ciudad y yo respeté eso. Pero nunca dijiste que no querías que te quitaran el dispositivo aquí.

Newt bufó frustrado. Parecía que la enfermedad avanzaba rápidamente y el no poder hacer nada para evitarlo hacía que el corazón de Ana doliera.

—¿Sabes por qué lo hice? —Newt dirigió la mirada a su amiga—. No fue porque quisiese obligarte a hacerlo. Lo hice para que tuvieras opción de decidirlo; no me parecía justo que no  tuvieras elección y que todos nosotros sí.

La mirada del chico se suavizó de nuevo, relajándose casi por completo y volvió a acercarse a ella.

—Lo sé. Lo siento —se disculpó, volviendo a mostrar aquella humanidad que le caracterizaba—. El sangriento Destello está acabando conmigo. Yo... lo pensaré.

El chico le sonrió sinceramente y Ana le devolvió la sonrisa, sintiendo una ola de alivio inundarla, casi como si las cosas volvieran a estar en su sitio.

—Aún así la locura sigue quedándome mejor a mí —se burló ella—. Combina mejor con mi hermoso cabello Pantene. —Se agitó la melena, dramáticamente.

El chico rio, sintiéndose relajado por primera vez en el día.

—Buena esa. Pero ¿debería preocuparme por ti y tu obsesión por las sangrientas marcas de champú? —cuestionó, entre risas.

—No. Estoy reclutando marcas para enseñarle todas las opciones a Severus "No Me Gusta Lavarme El Pelo" Snape. A ver si descubre las maravillas del champú de una buena vez y empieza a lucir su hermoso cabello oscuro —comentó, soltando una carcajada y luego se paró abruptamente, poniéndose tan seria que parecía que hubiera recordado que tenía que anunciar un funeral—. Por cierto, tengo una pregunta muy importante que hacerte. —Hizo una pausa en el que un silencio sepulcral reinaba en el ambiente—. ¿Por qué las caracolas se llaman caracolas, si no tienen ni cara ni cola?

Maze Runner: La Prueba de la EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora