"Capítulo 36"

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Llegué a casa, cansada. Hoy había sido un lunes duro. No sé por qué tuve que hablar con varios padres para hablar sobre la conducta de sus hijos.

Preparé la comida y cuando terminé de comer, sonó el timbre. Fui a abrir y miré. ¿Qué hace aquí?

—¿Qué haces aquí? —hablé sorprendida.

—Quería pedirte perdón por todo lo que hice con Vietto y tú —respondió mirando hacia abajo.

Suspiré y le hice pasar.

—¿Estabas comiendo?

—Terminé de comer —murmuré suspirando.

Recogí el plato y los cubiertos y los dejé en el fregadero.

Fui al salón y allí estaba.

—Imprimiste esta foto —sonrió enseñándomela.

Era una foto en la que aparecíamos nosotros besándonos. Asentí.

—Me pareció tener un bonito recuerdo de nuestra relación —sonreí encogiéndome de hombros.

Suspiró y lo dejó donde estaba. Los dos nos sentamos en el sofá y me miró.

—Siento todo el daño que te hice. Me comporté como un inmaduro, y me siento mal, porque no quiero tener problemas con nadie. Sé que eres una gran persona y que conseguirás otro hombre.

—No necesito hombres para sobrevivir —interrumpí.

—Bueno, sé que tendrás otro novio. Quiero que seas feliz, y que vivas tu vida.

Reí y negué.

—Lucas, estoy bien, ¿vale? No hace falta que te preocupes de mí.

—Me lo dijo mi hermano —soltó.

Bajé la mirada y me levanté.

—Es hora de que te vayas —abrí la puerta.

—¿Por qué? —se levantó y cerró la puerta—. Te tienes que olvidar de mí.

—¡Joder, te quiero! —grité—. ¡Y me da igual que tengas a Amelia o a tu hermano! ¡Te seguiré queriendo! ¡Has marcado mucho para mí en tan poco tiempo! Me diste felicidad. ¡Y eso no lo voy a cambiar por nada! Pero no entiendo por qué estás con ella. ¡Te denuncio, te mintió y te decepcionó!.. Pero si tú estás feliz con ella, no voy a impedir eso.

Nos quedamos en silencio. Me quité las lágrimas y abrí más la puerta.

—Vete, por favor —murmuré.

Suspiró y se acercó a mí. Cerró la puerta. Me cogió de las mejillas y quitó las lágrimas. Fue lento.

Retiré sus manos y señalé la puerta.

Le miré como mordía sus labios. Soltó un resoplido.

—A la mierda —murmuró.

Me quedé desconcertada, pero me cogió de la nuca y estampó nuestros labios.

Comenzó a mover su boca, pero yo estaba en shock.

Se separó y me miró.

—Todavía te quiero —susurró.

Sonreí sarcástica.

—Y por eso te fuiste con ella —murmuré desviando la mirada hacia la derecha—. Vete, Lucas.

—Ahora yo no quiero irme —se mantuvo en silencio durante unos segundos—. Venga, sé tú también me echas de menos.

—¿Y por qué no esperarte? —le miré con lágrimas—. En vez de irte con ella. Es que de verdad que no lo entiendo.

Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora