"Capítulo 38"

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Al día siguiente, sábado, fui a las nueve para acompañar a Lucas. Entré al campo donde entrenaban y todos me esperaban para hacer un pasillito.

—Eso no —me negué.

—Claro que sí —rió Saúl.

Resoplé y me puse en el comienzo del pasillo. Corrí mientras sentía como me daban collejas.

—¡Felicidades! —gritaron todos.

Reí y negué.

—Gracias, chicos —abracé uno a uno y miré la hora. Las nueve y cuarto.

—¡Venga, a entrenar! —gritó El Cholo.

Comenzaron a entrenar y Simeone se acercó a mí.

—Muchas felicidades —me abrazó. Le correspondí.

—La verdad es que nunca pensé que iba a llegar hasta aquí. Conociendo a mi ídolo, Torres, y conocerte a ti. Y ni salir con Lucas.

Sonrió y besé su mejilla.

A las nueve y veinticinco, salí de ese campo para después coger mi bolsa de deporte, que estaban en los banquillos, para caminar al campo de las chicas.

Entré al vestuario y estaban Ángela Sosa y Sonia Bermúdez.

—Están todas afuera. Más vale que te des prisa.

Me cambié de zapatillas y me puse unos guantes y una braga para el frío. Salí corriendo y llegué al círculo donde estaban las jugadoras.

—Ahora que estamos todas, primero, calentaremos. Vamos a tres vueltas al campo y después hacemos estiramientos. ¡Vamos! —gritó el preparador físico.

La verdad es que me gustó el entrenamiento. Los ejercicios que hicimos fue de agilidad y tirar a puerta. Los hice con facilidad.

—¡Noemi! —gritó la asistente del cuerpo técnico, se llamaba Carmen.

Cuando terminé mi tiro a puerta, corrí hacia ella.

—El entrenador me dijo que te pusieras con más maculatura, así que te tienes que venir conmigo al gimnasio.

Asentí.

Me quité la braga y los guantes a medida de que llegábamos al gimnasio.

Para calentar, hicimos algunos abdominales y flexiones. Después hicimos sentadillas, unas cuantas. Bastantes diría yo, pero así fue.

Luego, el remo. Era un ejercicio que tenías que poner los pies como en una plataforma. Tirabas de una cuerda con las manos, y se suponía que esto ejercitaba las piernas y los brazos

Tras un par de ejercicios más, salí de ahí y me dirigí al vestuario.

Entré suspirando.

—¿Qué tal en el gimnasio? —preguntó Carla Bautista.

—Genial —solté con sarcasmo. Rieron—. En quince minutos nos dio tiempo a hacer un millón de ejercicios. Quieren aumentar mi masa muscular en las piernas.

—La verdad es que necesitas masa muscular.

Les enseñé mis muslos.

Todas comenzaron a asentir mientras reían. Rodé los ojos.

—¿Cuándo comenzaras a jugar? —preguntó una.

—Pues la verdad es que no tengo ni idea. Supongo que para la semana que viene —me encogí de hombros mientras me quitaba la camiseta.

Algunas se ducharon mientras que yo me cambiaba de ropa.

—¿No te vas a duchar?

—No. Me ducho cuando llegue a mi casa.

Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora