Desde que te conocí

"Capítulo 41"

El domingo nos lo dieron de descanso, y lo agradecía. Cogí la maleta y me fui al aeropuerto. Me iba a Sevilla.

Sé que le dije a Lucas que no iba a ir, pero era mentira. Nunca me perderé un partido del Atleti.

Cogí el vuelo a tiempo y me senté en mi asiento.

Llegué a las once de la mañana a Sevilla.

Llamé a Lucas, y él me lo cogió.

—¿Qué tal?

—Genial. ¿En qué hotel estás?

Me lo dijo.

—¿Por qué? No me digas que estás aquí.

Reí y colgué.

Salí del hotel. Busqué donde estaba Lucas y quedaba cerca de aquí.

Caminé hasta allí. Entré y pedí la habitación de Lucas Hernández.

—Lo siento, pero no le puedo dar esa información.

—Soy su novia.

—No me haga llamar a seguridad.

Le enseñé mi identificación y lo miró.

—Usted no tiene ninguna habitación reservada con este número. Le digo que se vaya.

Resoplé y llamé a Lucas.

—¿Estás aquí, verdad?

—Sí. La mujer de recepción no me dice tu habitación.

—Bajo ahora.

A los minutos, bajó y me abrazó.

—¿Qué tal?

—Genial.

Entramos al ascensor y miré a la recepcionista. Ella negó.

Subimos a su habitación donde estaban Filipe y Carrasco.

—¿Viciados al parchís?

—¿Quieres jugar?

Asentí.

Empezaron una nueva partida conmigo. Y ganó Filipe.

Me tiré a la cama y Lucas se tumbó a mi lado.

—Si ganas —le miré. Él me miró curioso—. Tienes que correr por el campo con calzoncillos puestos.

—¿Qué? —habló mientras los demás reían.

—Pues eso.

—Mejor lo hacemos los dos.

Le miré desafiante, aceptando la apuesta.

—Vale.

—¿Y si perdemos o empatamos?

—Me tienes que dar un beso delante de todo el estadio.

—Ahora es cuando quiero perder o empatar.

Reímos todos.

(...)

Entré al estadio con ellos y suspiré cuando entramos al campo.

Estuve todo el tiempo como se llenaba el campo. Después, entré al vestuario.

—¡Venga, vamos! ¡Podemos!

Salimos al túnel y miré a los del Betis. Quería ver a Joaquín.

Él me parecía una gran persona.

Le encontré y me acerqué a él.

—Hola —le saludé.

Me miró.