"Capítulo 39"

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Le rogué al entrenador que si podía ir a Londres, para el partido de Champions. Y me dijo que sí, así que aquí estoy. A las seis, entrando por la puerta de embarque. Me senté en el avión y me puse el cinturón. Le mandé un mensaje a Lucas diciendo que ya me iba a Londres.

El avión comenzó a moverse.

Y aquí, dos horas y diez minutos.

(...)

Bajé del avión, rápidamente. Eran las ocho y diez. Pero en Londres, eran las siete y diez. Una hora menos.

El partido se jugaba a la hora europea, así que jugaban dentro de cuarenta minutos.

Cogí un taxi hasta mi hotel y le mandé un mensaje a Lucas: "¿Estáis ya en el estadio?".

Me respondió con un sí. Suspiré.

Según llegué, pedí mi habitación reservada. Subí a la habitación y dejé el billete de vuelta guardado y cogí la identificación y mi móvil.

Salí del hotel, y como estaba cerca del estadio, fui andando. Llegué a la puerta donde entraban los del Atleti y enseñé la identificación. Me dejaron pasar y caminé hasta los vestuarios. No estaba ahí, estaban colocando las camisetas y más cosas.

—¿Dónde estás los jugadores?

—En el campo.

Corrí hacia allí, y estaban sentados en los banquillos.

—No te esperaba por aquí —habló Carrasco levantándose.

Todos me miraron y sonreí.

—Os he echado de menos.

—Sólo han sido unas horas —rió Griezmann.

—Para mí ha sido una eternidad. Según salí del gimnasio, me vine aquí. Estoy que me muero.

Lucas me abrazó por la cintura y besó mi cabeza.

—Gracias por estar aquí.

—Siempre estaré apoyándote, a ti, y al equipo. Sois mi vida.

Me abrazó fuerte.

—¿No viajas a Barcelona para el partido contra el Espanyol?

Negué.

—Contra el Rayo Vallecano puede que juegue.

—Estaremos allí —habló Griezmann—. Al menos yo.

Todos asintieron.

Pasaron los minutos y el estadio se iba llenando. Me fijé que había colchoneros, y eso me ilusionaba más para animar.

—¡Vamos a ganar, joder! —grité—. Podemos y queremos.

Lucas iba a salir titular, y me alegraba por él.

—Tenemos que estar con pases cortos. El Chelsea se cierra mucho, tenemos que conseguir la forma en la que se abran y en las contras tenemos que ser rápidos para que no se cierren. ¡¿Entendido?!

—¡Vamos! —gritó Gabi aplaudiendo.

Aplaudí suspirando.

—¿Tú vas a jugar? —rió Morata.

—Soy jugadora profesional. No sé tú —le respondí con las cejas alzadas.

Sonrió negando.

—Suerte —le guiñé el ojo y salí al campo.

Le di la pelota al chico que estaba de recogepelotas, y troté hasta el centro del campo. Planeé donde tirar.

Corrí carerrila y tiré. No marqué, le di al larguero. Corrí a por la pelota y volví a dársela al recogepelotas.

Desde que te conocíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora