—¿Estás de broma? —balbucea Lulú, mirándome con los ojos tan abiertos que parece que se le van a caer—. P-Pero... No os estabais besando ni nada de eso, ¿no? —Niego con la cabeza—. ¿Solo un abrazo? —Asiento, hundiendo los hombros—. Y... ¿Se ha enfadado por eso? —Vuelvo a asentir, viendo venir el dolor de cabeza—. No lo entiendo, Non... Puede que yo me hubiese puesto algo celosa, pero al verte venir hacia mí e incluso correr detrás... Creo que habría llegado a la conclusión de que querías decirme algo importante.
—Sí, como que pretendía dejarlo —concluyo en tono lúgubre. Echo un vistazo al interior de mi cubata, componiendo una mueca al acercar la nariz. Seguro que huele a alcohol en veinte kilómetros a la redonda—. Que yo sepa no hemos reservado en ningún hotel o albergue para poder encontrarlo y tiene el móvil apagado, así que no puedo contactarlo ni ir a verlo porque no sé dónde está. Parece que se repite la historia.
Lulú sacude la cabeza y se pone de puntillas para llegar a sentarse en el taburete colindante al mío. Estamos en el elegante pub-restaurante donde se celebra la fiesta tras la boda. Barra libre, padrinos guapos a rabiar —eso ha comentado Lana, entre otros improperios por volver a «babear por Even»— y música buena para variar...
Y estoy pegada al bar siendo abstemia, contando mis penas. Es de chiste.
—Tienes que darme unos minutos para digerir toda esta información que me has dado... Ya verás que doy con una solución. Entiéndeme, acabas de soltarme que llevas meses saliendo y acostándote con un hombre, cuando al verlo en la boda pensé que era tu amigo gay.
—¿Mi amigo gay? ¿Tiene pinta de gay? Porque Lana ya ha insinuado bastante que puede estar enrollado con su no-novio, y aunque no me haría ninguna gracia, por lo menos dejaría de sentirme como una zorra... Cuando evidentemente no lo soy.
—¡Claro que no lo eres! ¿Desde cuándo es un delito abrazar a tu ex, cuando encima acabas de enterarte de que ha estado en coma estos años? —bufa ella, peinándose el flequillo con ese nervio de culo inquieto que tan bien la define—. Y no tiene pinta de gay, ni mucho menos... Es solo que no imaginaba que aparecerías con una cita, y si lo hacías, pensé que sería un hombre comprometido, o de una orientación sexual distinta a la tuya, o qué sé yo. Pero eso es lo de menos. —Agita la mano y coge su copa para darle un sorbo—. Si no lo pillas hoy en alguna parte, siempre puedes buscarlo cuando vuelvas a casa. Sabes dónde vive, ¿no?
Arrugo la frente, buscando una dirección en algún rincón de mi mente.
—Ahora que lo dices, no.
—¿Su oficina?
—No tiene oficina, va de un lado para otro... Creo.
—Bueno, pero sabrás dónde puedes encontrar a algún amigo suyo para preguntarle, o un familiar...
—Eh... En principio no, aunque Lana puede interrogar a Axel.
—¡Leches, Non! ¿Es que no sabes nada de tu novio?
Le respuesta iba a ser afirmativa. Sin embargo, si me paro a meditarlo en profundidad, ¿sé algo verdaderamente importante sobre él? Es decir... Leon conoce a mi madre y a mi madrastra, sabe que no tengo padre, cuáles fueron las circunstancias de mi nacimiento; conoce a mis amigas, sabe la historia de mi ex, lo que me mueve en la vida, y un largo etcétera. Y yo solo sé que su madre está viva y le gustan los zapatos caros, que Axel es su amigo de la infancia y que su padre murió por una enfermedad de las que estoy estudiando.
Que por cierto, ni siquiera sé cuál es, así en concreto. ¿Hermanas? ¿Alguna pareja, además del fallo de Carleigh? ¿A qué se dedica realmente cuando dice que trabaja en el hotel...? Porque lo he visto hablando con Viveka y atendiendo a una embarazada en la cocina de la planta baja, lo que no sé si lo define como animador... o qué diablos.
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Cuatro veces tuya
रोमांसUna reacción alérgica, una limusina y una corbata atada en las muñecas. Así comienza el largo proceso de sublimación que Leon habrá de llevar a cabo para derretir a la gélida Adrienne. Adrienne Saetre lo tiene todo para formar parte de un ambicioso...