—¿Por qué una clínica privada? —pregunto, mirando a mi alrededor con ojo crítico—. Leon dice que la escuela pública es mejor; imaginaba que diría lo mismo de los especialistas de la medicina.
Axel se encoge de hombros y yo decido no reincidir por el momento. Lo he llamado para que me distraiga con su típica e incontrolable verborrea, pero parece que no está de humor para conversar. En principio pensaba que era por Leon, pero teniendo en cuenta que sabe que está enfermo desde que se lo diagnosticaron, debe haber otra razón. Y sinceramente... Si ese motivo es Lana Douves, prefiero no tentar a la suerte preguntándole qué anda mal.
Saco el móvil del bolsillo trasero, aún absorbiendo los detalles del pasillo, y echo un vistazo a los nuevos mensajes. Uno es de Lana, contándome que está harta de tener que pedir ayuda para entrar en la bañera, pero que no le hace falta ver El diario de Noa ni tampoco escucharlo porque se lo sabe de memoria. Hay algunos de mi madre, de Lulú y las chicas... Un par de Jacqueline, preguntándome cómo estoy y por qué no se lo conté —pues porque tenías bastante con lo tuyo—, y uno de Even, mandándome información sobre el sarcoma. Sonrío al verlo, sin creerme que pudiera haber pensado mal de él cuando está ahí para mí... Y también porque no sirve de nada todo lo que pueda recopilar. Es un juego perdido.
—¿Ese es el ex? —pregunta Axel, mirando la pantalla con el rabillo del ojo—. Ya sé que eres muy hermética con tus asuntos, pero siento curiosidad. Leon ha despotricado sobre él tantas veces que es como si lo conociera, al muy cabrón.
Frunzo el ceño y guardo el móvil de nuevo.
—Eso no suena como Leon. ¿En serio se metía con él...? Y no lo llames cabrón, porque no lo es. Está en Francia haciendo su propia investigación para ayudarme con... —Aparto la mirada y me concentro en mis pies—. Da igual. ¿Se puede saber qué te decía de él?
—Tranquila, Leon no es de los que llegan, le dan un puñetazo a la pared y dicen muchas palabrotas. Lo de «cabrón» es la marca de la casa. —Mete una mano en el bolsillo del pantalón, del que cuelgan unas cuantas cadenas, al más puro estilo rock n' roll—. Decía que no entendía por qué un tío iría a dejarte. Y a veces se ponía celoso. Eso tenía bastante gracia —comenta, aguantándose la risa—, salvo cuando no la tenía en absoluto, claro. Cuando estuviste en la despedida de soltera de tu amiga y La... Lana me mandó vuestras fotos y se las enseñé, estaba medio sedado en el hospital. No tuvo ninguna gracia verlo hecho polvo balbuceando sobre Ivette, o Ewan, o como se llame.
—¿Estabais en el hospital? —murmuro, mirándolo con los ojos muy abiertos—. Dios, pensaba que estabais drogándoos en una fiesta.
—Bueno, técnicamente él lo estaba. Drogado, digo. Pero no... Por favor, Non, ¿en serio crees que Leon... iría a una fiesta donde hubiera drogas? —exclama, exagerando el acento. Bufa sonoramente—. ¿Acaso no sabes que es un hombre elegante?
Medio sonrió y niego con la cabeza.
—Sí, lo sé... —asiento, clavando los ojos en el techo. Parpadeo para escapar de las lágrimas—. Lo voy a echar de menos. Muchísimo.
—Y yo. Somos como Asterix y Obelix. Él el listo, y yo el tonto que es feliz gracias a él. De no ser por Leon, estaría dándome cabezazos con las piedras de una cantera... Y no, por todo lo que ha hecho y sigue haciendo por mí, soy un tío decente. Casi un héroe, como si me hubiera caído dentro de la poción mágica —comenta, con la mirada perdida—. Es la persona que más quiero en el mundo.
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Cuatro veces tuya
RomanceUna reacción alérgica, una limusina y una corbata atada en las muñecas. Así comienza el largo proceso de sublimación que Leon habrá de llevar a cabo para derretir a la gélida Adrienne. Adrienne Saetre lo tiene todo para formar parte de un ambicioso...