El vuelo ha sido bastante tranquilo, comparado con lo que la línea tiene por acostumbrado servirme —patadas de mocosos, y un largo etcétera—, pero no he dejado de sentirme culpable hasta que no he pisado tierra firme... Y aun ahora sigo pensando que he cometido un gran error dejando a Lana. Ya sé que no está sola, que no me necesita, que me ha pedido expresamente que me vaya y bla, bla, bla, pero eso no quiere decir que esté conforme con mi decisión. Aunque por el momento supongo que puedo aferrarme a que es lo que Lana quiere, y que en el fondo, necesito terminar lo antes posible con Leon.
Sí, he dicho «terminar», pero no os lo toméis como un adiós definitivo. Quiero acabar con esta sensación de incertidumbre que cada vez me agobia más, no con la relación. De todos modos, y siendo cien por cien sincera, no creo que vaya a alegrarme especialmente ver a alguien que lleva ignorándome dos meses. Por no añadir que está a punto de finalizar mi contrato, y a no ser que acuerde con Neumann seguir invirtiendo indefinidamente, tendré que coger mis maletitas y volver por donde he venido.
En principio no me parece tan terrible, pero sé que es porque no he tenido el placer de mirarlo a la cara aún. Es muy fácil tomar decisiones determinantes cuando la persona que quieres no está delante de ti, pero al cambiar esto, todas tus convicciones se pueden tergiversar. Y aunque las mías en concreto hayan sido inamovibles durante años, ya no sé si ante unos ojos verdes podría seguir en mis trece.
En contra de mi voluntad, me entristece salir del aeropuerto y ver que Leon no está esperándome, igual que me he pasado todo el trayecto conteniendo las lágrimas porque Lana no berreaba a mi lado. Y digo «en contra de mi voluntad» porque si por mí fuera, si de mí dependiera, haría que ese hombre me importase un rábano... O tal vez no. No es justo borrar todos los buenos momentos porque se haya perdido uno de los malos, ¿verdad?
Al carajo. Le mandé un mensaje diciendo que estaba camino a Múnich, incluso le dije el número del vuelo y cuándo aterrizaba para que viniese... ¿Qué hay más elocuente que una ausencia?
—¿Adrienne? —me llama alguien.
Levanto la vista y, por la alegría genuina de volver a ver a Axel, sonrío. Pero el gesto se congela en mis labios cuando al mirar hacia abajo veo que tiene en las manos un ramo de rosas blancas. Un ramo que, evidentemente, no es para mí.
—Hola, Ax...
—Me alegro de verte. —Se acerca y me da un cariñoso beso en la mejilla, pero no se me pasa por alto que busca con la mirada a alguien—. ¿Lana está en el baño? ¿No ha venido...?
«No le digas a Axel lo que me ha pasado».
«Prométemelo, Adrienne».
«Un tío como ese no va a perder el tiempo con una minusválida».
Me armo de valor, cuadrándome de hombros, y lo miro a los ojos. Mi ánimo decae cuando reconozco en su mirada algo muy similar a la esperanza; la esperanza disolviéndose lentamente en el remolino negro de sus pupilas, al asumir que nada va a ir tan bien como pensaba.
—Lana ha encontrado un trabajo mejor en París y ha decidido quedarse —explico, con voz estrangulada—. No va a volver... Le voy a mandar las cosas que tiene aquí por correo.
Intento no fijarme en que baja la mano en la que sostenía el ramo de flores y aparta la mirada. Yo lo imito, huyendo del desamparo de estar destrozando sus ilusiones, y me centro en las rosas. En el precioso y tupido ramo, que debe haberle costado una fortuna y parte de otra.
Una frase que Lana pronunció no hace mucho tiempo acude a mi mente. «Quiero al hombre que me trae el desayuno a la cama, me regala flores sin motivo, me hace visitas sorpresa...»
![](https://img.wattpad.com/cover/105613556-288-k515083.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Cuatro veces tuya
RomanceUna reacción alérgica, una limusina y una corbata atada en las muñecas. Así comienza el largo proceso de sublimación que Leon habrá de llevar a cabo para derretir a la gélida Adrienne. Adrienne Saetre lo tiene todo para formar parte de un ambicioso...