—Adrienne...
No me da tiempo a detallar los cambios que ha sufrido con el tiempo, mínimos en apariencia. Even se acerca a mí y me rodea con un brazo, estrechándome contra su cuerpo. Apenas lo pienso: le echo los brazos al cuello y, en cuanto reconozco el olor familiar del perfume masculino que siempre llevaba, me relajo. No se trata de una relajación momentánea, o simple comodidad ante el contacto... Se destensan todos esos músculos que llevan encogidos por la inquietud desde que se fue.
—Aquí estás... —murmuro, separándome lo suficiente para darle un beso en la mejilla, otro en el puente de la nariz, otro en la sien... No me atrevo a retroceder por miedo a que desaparezca, pero no lo va a hacer: a diferencia de como sucedía en mis sueños, este Even es sólido, y me mira con la misma emoción que está recibiendo por mi parte—. Dios mío, e-estás aquí, tú... —Vuelvo a abrazarlo, enterrando la nariz en su pecho. El latir de su corazón da fuerzas al mío para seguir su ritmo—. ¿Qué haces en...? ¿Por qué...? Oh —corto yo misma—. Claro, es verdad. Siempre fuiste muy amigo de Claude y Jacqueline... Aunque no imaginaba que... vendrías. No sabes cuánto me alegro de verte.
Y es verdad, nunca podría llegar a imaginarse lo que es volver a tenerlo delante. Lo que significa para mí estar ahora segura de que no está muerto, de que no huía de mí, y que aunque se marchó... Parece que ha estado siendo feliz todo este tiempo. O puede que el brillo de sus ojos azules no venga de su vida actual, sino del reencuentro conmigo.
Aunque, ¿por qué iba a ser así? Aún no sé por qué se fue. Ante un choque tan inesperado solo he podido arrojarme a sus brazos y soltar todo lo que mi corazón ha estado callando, que le he echado de menos y que la gloria de los ángeles es nuevamente mi fuente de fe ahora que está conmigo... Pero volviendo a la racionalidad de siempre, ¿cuál es la explicación?
—No esperaba encontrarte aquí —murmura, separándose para mirarme de arriba a abajo—. Pensé que estabas viviendo en Alemania, y que ahora trabajabas en un estudio feroz al que no puedes faltar un día.
Está casi como siempre. Los mismos cimbreantes ojos color cobalto, el pelo castaño oscuro ondulado peinado hacia atrás, la barba perfectamente recortada, y esa sonrisa tan afectuosa que me curó de la desidia hace años. Solo un par de dedos más alto que yo, y con el mismo estilo de vestir de siempre; elegante, pero informal, vistiendo una americana y una camisa sencilla.
Era el hombre más guapo del mundo para mí, y es posible que lo siga siendo. Aún recuerdo cómo se pusieron mis compañeras de clase cuando descubrieron tras la graduación, que su profesor preferido estaba pillado... nada más y nada menos que por mí.
—¿Cómo sabes lo de Alemania?
El shock es tal que no se me ocurre preguntar lo que realmente me está atormentando. «¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste? ¿Cómo te atreves a plantarte aquí como si nada, y tratarme como siempre, cuando ha pasado tanto tiempo...?»
Él me conoce mejor de lo que me conozco yo misma, y en el momento en que su sonrisa decae, caigo en la cuenta de que me ha vuelto a leer el pensamiento. Mi inexpresividad jamás ha sido un misterio para él, sino todo lo contrario.
—Llamé a Claude hace medio año para preguntarle dónde estabas. Fui a casa, al laboratorio y a todos los lugares en los que pensé que podrías estar, y me dijo que ya no vivías en París. Te habías trasladado a Múnich porque el gran Neumann acababa de incluirte en plantilla. —Y sonríe muy feliz, transmitiéndome un conocido calor que se extiende por todo mi pecho—. Estoy orgulloso de donde estás y lo que has conseguido, Adrienne. Siempre supe que serías la mejor en lo que quisieras hacer.
—Y yo siempre supe que lo sería si estabas a mi lado —apostillo. Su sonrisa vuelve a torcerse, pero mi corazón es demasiado débil para ver eso, tanto si se lo merece como si no. Lo cojo de las manos y niego con la cabeza, suplicando de algún modo que no se sienta mal—. ¿Por qué te fuiste de repente? ¿Qué pasó, Even? Pensaba que eras feliz conmigo.
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Cuatro veces tuya
RomanceUna reacción alérgica, una limusina y una corbata atada en las muñecas. Así comienza el largo proceso de sublimación que Leon habrá de llevar a cabo para derretir a la gélida Adrienne. Adrienne Saetre lo tiene todo para formar parte de un ambicioso...