C A P Í T U L O T R E I N T A Y O C H O

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No sé cómo fui capaz de llegar a casa ese día; solo recuerdo que me costó encontrar las piernas para desplazarme, y que entrar en el apartamento y no encontrarme a Lana viendo la televisión con un bol con palomitas solo acentuó el dolor de mi pecho.

Imaginaba que con el paso de los días y poniendo distancia, todo mejoraría, pero ya no lo tengo tan claro. Ha pasado más de una semana y aún carezco de la fuerza necesaria para levantarme, cruzar la puerta e ir... ¿A dónde? ¿A dónde iría...? Tal vez ese sea el problema, que en realidad no sé qué voy a hacer ahora. Ni siquiera cómo sentirme al respecto, dentro de la crisis del pozo en el que estoy sumida.

Me habría gustado descolgar el teléfono y llamar a Lana, pero tampoco sabría qué decirle. Durante las primeras horas posteriores a la conversación con Leon, me sentí ultrajada, vendida, rota. Es duro darte cuenta de que has construido la parte más bonita de tu vida sobre una mentira, y no solo eso, pues siendo razonable podría perdonarlo... El problema es que además de ser un cúmulo de falsedades, me lo van a arrebatar. No podré crear nuevos recuerdos, y eso, lejos de desconcertarme como le pasaría a cualquier ser humano en periodo de negación, ahora está escrito en mi corazón.

Ya estoy acostumbrada a que las personas que quiero se vayan, o que amenacen con dejarme, y aunque sepa que Leon es un mentiroso despreciable, me lo he creído todo en cuanto ha salido de su boca... porque encaja. Los síntomas y las rarezas, todo lo que no comprendía de él, ha cobrado sentido. Y si bien llevaba un tiempo deseando encontrarle una explicación lógica a su extraño comportamiento, ahora debo admitir que habría preferido seguir en la inopia.

No soy una persona que se regodee en su propia tristeza, sino que la asimila y la lleva como mejor puede y sabe, procurando que no entorpezca su día a día ni condicione sus acciones. Cuando Even se fue, seguí adelante. Unos días costaba más y otros menos, pero lo conseguí. Y sin embargo, con Leon no es lo mismo. Porque con Even guardaba esperanzas, y con Leon... ¿Qué esperanza puedo guardar de que no se vaya cuando su condición es determinante? Además de que no quiero acompañarlo después de lo que me ha hecho, ni deseo volver a pasar por el calvario de estar al lado de una persona que se irá perdiendo lentamente. Y aun así, ¿qué me asegura a mí que él me dejaría quedarme a su vera?

En el momento no se me ocurrió nada más que decirle lo que estaba sintiendo, y evidentemente, no estaba muy feliz por haber descubierto semejante trola. De hecho, nunca en mi vida me había sentido tan impotente, tan desgraciada... Pero ahora que lo veo con cierta perspectiva —dentro de lo que cabe—, las sabias palabras de Lana vienen a mi cabeza: «Que sea la última puta vez que dices que tienes miedo de que algo no va a ser lo mismo; al menos la última vez que lo dices en mi jodida cara de ciega».

¿Cuán injusto es que me regodee en la auto-compasión en la soledad de mi sofá, cuando es él quien está pasando por una enfermedad horrible? ¿Y cómo se me pudo ocurrir tratarlo de ese modo en un momento así...? Aquí, en la intimidad de mi mente, puedo decir que me arrepiento de haber sido tan dura; de haber pagado con él el miedo apabullante que me poseyó y carcomió desde dentro al pensar en perderlo de repente...

Pero eso no quita que me haya engañado. No quita que me haya ocultado algo contra lo que podría haber luchado. Porque podría haberlo hecho, ¿no? Ese cáncer no pudo ser terminal desde el principio. Si me hubiera dicho que superó el sarcoma en el mismo instante de nuestra presentación, me habría ocupado personalmente de mandarlo a revisiones periódicas, y yo misma le habría metido las malditas pastillas en la boca.

Ahora soy una bola de frustración y tristeza que no deja de agravarse con el paso de los días. Siempre he tenido las cosas muy claras, así que es lógico que la indecisión de lo que hacer frente a esto me esté afectando hasta impedirme abrir la boca. He hecho voto de silencio durante dos semanas, ignorando los intentos de parte de Leon por hablar conmigo, al que solo se me ocurre mirar como si se hubiera vuelto loco por levantarse de la cama. Y es que se ha vuelto loco por ese motivo concreto... Está enfermo. Está muy enfermo, y yo... Yo no sé a dónde debo ir, porque mis principios y mi lealtad están con él, pero tengo tanto miedo que cuando se acerca, me paralizo. Me paralizo y todo lo que oigo, huelo y palpo es... muerte.

Cuatro veces tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora