—Creía que en las citas se hacían otra clase de cosas —comento, poniéndome de pie y palmeándome los vaqueros. Agradecería que no me haya llevado a un lugar elegante porque llevo una ropa demasiado informal, y digo que lo agradecería en condicional porque realmente me da igual aparecer de etiqueta o no en un restaurante caro—. Hablar del futuro, o del pasado, beber vino...
—Ya. ¿Y de cuántas citas así te acuerdas? —Ahí me ha pillado y él lo sabe, porque medio sonríe—. El baile consiste en agacharse. Te tocas la cabeza, los hombros, las rodillas y los tobillos. Para agarrarte estos últimos tienes que bajar mucho, y como el reto es cantarlo rápido, al final acabas con agujetas en la zona lumbar.
—Nunca me habían deseado agujetas en la zona lumbar.
—A mí me gustaría ser el culpable de que las tuvieras en otras zonas —comenta, casi encogiéndose de hombros. Ahí está el Leon que conozco: el que te dice algo así sin pestañear, como si no tuviera ninguna importancia—, pero no puedo, así que veamos esa pronunciación...
Esto no me gustaría tener que contarlo porque no es nada agradable, y definitivamente no beneficia mis intentos de recuperar mi resquebrajada reputación —ya sabéis, la que murió en cierta limusina—, pero no me queda otra. Soy una persona que ya hace bastante poniendo sus piernas a caminar, y que con un gran esfuerzo a lo mejor puede dar un paso a un lado y un paso hacia el otro en una discoteca. Ahora... Eso de combinar una cutre cancioncita con tocarme el codo o lo que me tenga que tocar ya es otro asunto. Y esto me pasa por querer mejorar mi limitado inglés. Que al final, ¿para qué? En los laboratorios no hablo nada, y con Leon y Lana hablo francés...
—Mira, ya lo hago bien —comento, unos minutos después. Él se ha acercado a mí para supervisar lo mal que se me da hacer dos cosas a la vez. Soy un maldito burro ciego—. ¿Hemos acabado?
Su mirada se intensifica, de nuevo verde. Y digo «de nuevo verde» porque no termino de acostumbrarme, y cada vez que lo miro parece la primera. Son demasiados tonos en uno solo.
—Falta la segunda parte. —Coloca las manos entrelazadas a la espalda y se acerca a mí. Por instinto retrocedo, pero cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo me quedo en el sitio, en medio de esa baldosa que él también invade—. And eyes... —empieza a entonar, acercando sus labios a mis párpados entornados. La impresión de tenerlo tan cerca de pronto e imaginar lo que pretende hace que cierre los ojos, y es ahí cuando deja un beso que me hace cosquillas casi sobre las pestañas—, and ears... —Aunque dejo de notar su aliento en mis mejillas, no abro los ojos. Eso intensifica el desplazamiento a una de mis orejas, que acaricia con su profunda respiración. Me estremezo de la cabeza a los pies cuando me muerde el lóbulo suavemente y resigue el contorno desde ahí hasta el cartílago con la nariz—, and mouth... —Mi estómago se contrae con solo traducir la palabra, y sabiendo que viene a por mí, despego los labios involuntariamente. Más tarde me reñiré por ser tan fácil con este hombre, pero ahora no puedo pensar en nada salvo en la dulce mordida que le da a mi labio inferior, tirando de él y luego chupándolo, así hasta desatar una tormenta de anhelos en mi vientre. Mis manos encuentran el equilibrio que mis pies parecen perder al aferrarse a sus brazos con fuerza—, and nose —termina, con un hilo de voz. Su nariz roza la mía antes de darme un beso tierno en la punta—. Y ahí acaba la canción... Luego solo hay que repetir cuantas veces se quiera. ¿Quieres que lo repita?
Ha estado muy mal que lo pregunte, porque la respuesta ha venido tan rápido a mi cabeza que he descubierto en el peor momento de lo que podría ser capaz si siguiera así. Y os preguntaréis: ¿qué hay de malo en repetir, o en profundizarlo...? Todo. Todo está mal, porque él no es Even.
Pero a mi cuerpo y a mi piel de gallina, eso le da igual, porque mi cabeza se mueve de arriba a abajo afirmativamente. Y esta vez no me puedo proteger de las consecuencias aferrándome a la excusa del Solaray.
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Cuatro veces tuya
RomanceUna reacción alérgica, una limusina y una corbata atada en las muñecas. Así comienza el largo proceso de sublimación que Leon habrá de llevar a cabo para derretir a la gélida Adrienne. Adrienne Saetre lo tiene todo para formar parte de un ambicioso...