C A P Í T U L O T R E I N T A Y S I E T E

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—Ahora no intentes quedar bien delante mía. Llamé al doctor Neumann para notificarle el porqué de mi ausencia. Es sencillamente imposible que no te lo transmitiera, a no ser que prefirieses ignorar las razones de mi prolongada estadía en Francia para centrarte en... —Doy una vuelta a mi alrededor. Todas las puertas están cerradas a excepción de una, a través de cuya rendija se ve la cama deshecha—, en pasarte el día tumbado a la bartola.

Un grave temor me asalta: ¿y si he sido yo la que ha provocado todo esto? Me quiero justo como merezco, ni más ni menos, y siempre reconoceré mi valía, pero no creo ser lo bastante importante para él —ni ser suficiente, en general— para condenarle a unas cuantas semanas bajo las sábanas. Básicamente porque creo que nadie vale más que la salud mental de alguien. Pero si de veras he ocasionado todo esto, no me va a quedar más remedio que pedir disculpas... O zarandearle por sacarlo todo de quicio. O todas a la vez.

—No lo sabía, Adrienne —dice, sonando tan sincero que dejo pasar mis sentimientos—. Si lo hubiera sabido, yo... —Deja las palabras al aire para respirar—. Eso ya no importa. Hace un tiempo... que no hablo con Neumann, cada uno está en unos asuntos, y de todos modos, él es quien se encarga del personal, no yo. De todos modos, lo siento muchísimo. Te veo muy bien... —Sus ojos se pasean, cansados, por mi cuerpo—, así que imagino que no te pasó nada grave.

—No, solo me rompí el cúbito y llevé collarín unas semanas, pero todo está en orden... —Hago una pausa, inquieta. Quiero contarle lo de Lana. Necesito decirle lo de Lana... Pero él se lo confesaría a Axel, y yo perdería a una amiga. Una amiga que está en su peor momento y me necesita—. Lo único que no está bien, somos nosotros. Leon... —empiezo, mirándolo a los ojos. Camino hacia él, y él, apoyado contra una estantería pegada al recibidor, me ve venir sin mover un músculo. Sus ojeras y pesadez me preocupan, pero ya descubriré más tarde qué está ocurriendo—. Es cierto que volver a ver a Even ha sido una de las mejores cosas que me han pasado nunca... Pero eso no significa que siga enamorada de él. De hecho, en cuanto me agarró la mano, tuve que admitir para mí misma que me equivocaba, y que no era... 

—No lo digas —murmura.

—No era a él a quien quería en mi vida. No es a él a quien quiero, ¿entiendes? —insisto, parándome casi a punto de rozar su pecho—. Lo quiero y lo querré siempre, pero ya no lo amo; solo es un viejo amigo y una persona a la que recordaré con afecto. En cambio, tú...

—No.

—No se me dan bien las palabras bonitas, pero teniendo en cuenta que eres un fanático de la poesía, imagino que no te conformarás con cualquier cosa, así que lo intentaré. Tú... —retomo, mirándole a los ojos—, has llenado mi vida sin quererlo. Debería haber imaginado que serías especial en cuanto dejé que me besaras sin saber aún tu nombre, y aunque eso no hubiera sido así, aunque el Solaray no hubiera hecho de las suyas, tengo la sensación de que habríamos acabado en este mismo punto. Te las has ingeniado de maravilla para meterte bajo mi piel.

—Adrienne... —Me mira entre asustado, culpable y complacido, una extraña combinación que, aun así, no logra callarme—. No sigas.

—¿Por qué no? Sé que me quieres. Me lo dijiste en la boda de Jacques, en tu idioma... Tal vez para no presionarme a sentir lo mismo, o para no recibir otro rechazo por mi parte. Eso es lo de menos, porque ahora lo sé, y quiero compensar todo el tiempo que he tardado en darme cuenta de que...

—¡Cállate! —grita de golpe, dando un puñetazo al mueble de su espalda.

Impresionada por su salvaje y también vulnerable reacción, retrocedo un paso; tal es el impacto sobre la cómoda, que caen al suelo varias de las decoraciones sobre la tabla. Logro dominar la consternación y me agacho para coger las figuritas, además de una caja hueca que parece ligera en mis manos.

Cuatro veces tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora