Acepta a Cristo

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—Acepta a Cristo. —Se sentó junto a mí, ella es hermosa, no se aún que es lo que me gusta más, su baja estatura, su negro cabello lacio o sus labios finos y rosados, quizás sea su voz tranquila.

—¿Está mal lo que hice?

—Acepta a Cristo y él te guiará, escribirás de una forma...

—¡No! —la interrumpí— no quiero escribir de otra forma, ¿Te pareció muy grosero, un relato asqueroso, visceral? ¿Demasiado vómito para respirar?

—Hay tristeza en tu corazón...

—Quizás ¿Esta mal expresar con palabras esa tristeza? ¿Cómo tengo que escribir, alegre, divertido, siempre honrando a Dios?

«Si le digo que no quiero caer en el fanatismo como ellos, me expulsará, me dirá amablemente que me vaya, que para qué vengo, que mejor busque otro lugar».

«Siente lástima por mí, lo veo en sus ojos».

—Escucha —le dije—, ¿Qué tiene de malo el vómito y el estiércol? He vivido allí, sabes. Y no quiero decir que mi vida es una mierda...

—¡La palabra...! —recordó ella, mirando a los lados, como si Dios se hubiera escandalizado y ofendido por la palabrota.

—Lo siento, bueno, no quiero decir que mi vida, es, ya sabes... Pero quiero expresar eso. ¿Por qué escribir cosas bonitas, amorosas, alegres?

—Para agradar a Cristo...

«¡A la mierda tu Cristo! tu Dios, no quiero agradar a nadie, ¡mucho menos a los malditos ídolos!».

—En el mundo ya hay muchos escritos bonitos, con los colores del arcoíris, ya hay muchas sonrisas en los carteles y familias felices en los cortes comerciales... ¿Qué hay de los escritos para generar asco, confusión, incomodidad?

—¿Quién va a leer algo así? Perdón, pero si sigues escribiendo esa clase de historias, nunca saldrás de tu cuarto.

«¡Puta! Me disparó justo en el pecho, a quemarropa, donde más duele. Por eso nunca te confieses a nadie, ellos usarán eso como un arma. Estoy derrotado. Aún duele».

Deslizándome hacia la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora