Te quiero hacer el amor

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Imagina una montaña en crecimiento, alzándose por encima de cualquier cima, más arriba de la línea mortecina de las nubes mañaneras, elevando picos nevados, paredes de roca interminables y bosques verde oscuros que atraen ángeles cantores. Ahora imagina entre la maleza de aquel bosque de ensueño, una flor, la más hermosa que hayas visto, exponiendo sus delicados pétalos al beso carnal del sol, a las caricias de las abejas y al soplo del viento. ¿Lo ves? Allá, al fondo del paisaje, en el claro de una de las cimas de la montaña, junto a las flores y los árboles, hecho de tablones, concreto, sudor y espera, hay una pequeña cabaña que deja escapar susurros por la chimenea, palabras prohibidas que se desvanecen en el espacio, junto a millones de señales electromagnéticas de otras criaturas, de otros planetas, que juegan a ser dioses con su ingle.

Allí te quiero hacer el amor como un poeta al sentimiento o un músico a la guitarra, quizás, mejor aún, como el escritor al vacío. Allí te quiero hacer mía entre espasmos involuntarios y escalofríos provocados, allí te quiero ahogar con el sonido de la madera, allí descubrirás el versado lenguaje de un alma que siempre calló en su asiento reclinable junto al corazón y el encéfalo.

Me encantaría besar la roja virginidad de tus labios cuando tendidos a la caricia de mi aliento, libre de cualquier tela de encaje, dejen llevarse hacia lejanos montes anegados del rocío de la noche. La carne busca la carne, las piernas sabrán complementarse pues en el pasado formaron constelaciones con sus cuerpos fusionados. Ven y volvamos a crear el universo bajo las sábanas; prometo expiar los errores de hace 15 mil millones, prometo saciar el conocimiento y que sientas la cuarta dimensión entre la nada y la piel.

El pulso bermejo retumbando a un ritmo, embestidas de animal carnívoro que aumenta de volumen, pez globo, caricias de oso, besos de perro. Animales que hacen el amor, primigenio instinto de supervivencia ¿O lujuria? A estas alturas ya no distingo el pecado de la pasión, ni un animal de otro... ni de ti de mi... dos cuerpos de cera en un horno de madera que se funcionan para crear arte abstracto, surrealismo mental, impresionismo al tacto... pinturas rupestres.

Quiero sentir lo que mis manos jamás han sentido: tu cuerpo retorciéndose de placer, el sudor de la epidermis sin correr, la tibia y muy escondida zona de una mujer que, a diferencia de las flores, no tiende sus virtudes al sol ni a las abejas, sino a la bestia más humana, aquella que sepa envolver la delicadeza con brusquedad y la lascivia con romance.

Hay diez formas retóricas, seis símiles y ocho metáforas para decir que te quiero hacer el amor. Hay el doble de maneras para hacerlo y desconozco la cantidad para sentir tu orgasmo bañando la única utilidad del hombre. Quizás sean demasiados números; pero tiempo de sobra hay para degustar los manjares que la complexión sin atavíos tiene para ofrecer.

Quizás sea demasiado cursi, tal vez intento perfumar lo imperfumable. Tengo 22 años y tú 19, somos jóvenes, podría solo haber dicho que te deseo como el felino a la gacela, depravado; podría haber usado lenguaje millenial: te quiero coger, entra a la habitación para follarte... pero cuando un hombre ha encontrado su musa, cuando esta ha ejercido de tal forma que desenvuelve la imaginación... cuando se es tan hermosa... no se coge ni se folla, se hace el amor como Adán y Eva lo hicieron en el jardín del Edén a la vista de todas las criaturas...

Y el mundo nos observará receloso, porque nadie hará el amor como nosotros dos...

Deslizándome hacia la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora