Un día aburrido

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Fue un día caluroso, cansado, estuve aquí y allá, en el sol y la sombra, contemplé el amanecer, los cabellos dorados, más bien rojizos, sobre las montañas, una linda vista desde la ventana. Hablé con varias personas, hombres y mujeres, importantes algunos, también con otros cuya existencia me importa una colilla en la acera, acaricié un perro y maldije un par de veces, intenté dormir, pero no pude, intenté escribir, pero estuve limitado, escuché, disfruté un rato de la mejor música... Seee... Fue un buen día, un día como cualquiera, ni bueno ni malo. Un día que quizás en una semana no recuerde, afortunadamente mi mala memoria purga los recuerdos inorgánicos.

Un día aburrido, monótono, hasta que...

Desconozco la razón, ignoro completamente cómo esa imagen efímera iluminó como un fogonazo los recovecos más intrincados de la memoria, fue rápido, en un pestañeo, como el brillo de una bala al ser escupida por el revólver. Allí quedó, no la pude borrar. Asestó justo en el blanco.

Fue tu sonrisa...

Estuve un rato sentado en la oscuridad de la habitación, imaginando, recordando que fue lindo haberte conocido, no me arrepiento, pese a todo no me arrepiento. ¿Por qué? Por qué habría de arrepentirme si el recordar el tiempo que te dediqué, hace que nazca una estúpida sonrisa.

Tú eres lo más cercano que tuve a amar, esa cucharada que todos nos vemos obligados a tragar alguna vez, por obligación, resignación o sorpresa. No tengo muy claro como la digerí, pero lo hice y gracias a ello puedo certificar a cualquiera que: de verdad revolotean mariposas en el estómago...

Te despiertas a mitad de la noche y piensas en ella... Te entiendo.

Te sientes lleno sabes, es una sensación como si ya no te faltara nada más... Te entiendo.

Solo deseas verla feliz... Te entiendo joder. ¡Te entiendo y mil veces te entiendo porque también pasé por eso!

¿De verdad? ¿Con quién?

Y ahí es cuando pienso en ti, cuando recuerdo tu sonrisa, el esplendor de los dientes blancos, tu piel que me atraía como atrae el chocolate al adicto al dulce, tus rizos, tu cuerpo digno de un monumento, tu voz, tu risa, tu sensualidad...

¿Te amé? Quizás sí, quizás no. Quizás era un sentimiento parecido, algo nuevo o centenario pero desconocido para un neófito como yo, sin explicación.

Eres una mujer hermosa, deseable, no sabes cómo te deseaba, como te imaginaba junto a mí, con ropa y sin ella, llorando y gimiendo, alegre y rabiosa. Te agarraba de la mano y te presentaba con amigos: ¡Ella es mi hermosa novia! Decía. Sí, yo era feliz con eso, con hablar cada noche, con escucharte reír, con cualquier cosa que viniera de ti, con eso era feliz.

Lástima que no todo es para siempre.

Afortunadamente no todo es para siempre.

Quédate con la versión que más te guste.

Pese a las mentiras, los engaños, las extrañas historias poco creíbles la verdad, pese a la ausencia, pese a las segundas mentiras... Pese a todo. Nunca dejará de existir un pequeño brote de cariño sincero para ti. ¿Por qué? Porque fuiste la primera y única mujer hasta el momento, creo, de la cual estuve enamorado. Enamorado de verdad, tragado, embobado, encadenado como un perro. Domesticado. Un perro que movía la cola y sacaba la lengua, un perro fiel, a fin de cuentas.

Contigo soñé una vida, un noviazgo normal, ya sabes: salida a la playa, películas los sábados por la noche, paseos en las tardes, helado en el parque, charlas en la escalera, videojuegos, palmadas en las nalgas por la mañana, celos una vez por semana, las buenas noches, besos después de risitas, miradas fijas cada tanto, sí, todo el arquetipo estólido de una relación. Te hacía el amor en el baño y la cama. Contigo quería lo que todo hombre quiere, lo que niega y lo que ni siquiera se le pasa por la mente... Hasta mucho más. Anhelaba el poder acariciar tu mejilla, el sumergirme en tu cabello y tu mundo, comprobar si todo era verdad, verlo en tus ojos, que tanto me gustaron. Te deseé como nunca he deseado a una mujer.

¿Por qué te escribo esta carta? No lo sé, hoy te extraño, te recordé y te extrañe, daría muchas cosas para estuvieras aquí, conmigo ahora mismo, dándonos con todo en el sofá. Tal vez sea un idiota, tal vez sea mejor que nunca envíe este escrito, quizás, tan solo quizás, esa palabra es una podrida maldición... Lo veré sobre la marcha.

Pero no mal intérpretes mis intenciones. No te amo, YA NO TE AMO, si acaso lo que probé fue amor; todo ese gran sentimiento que floreció, la primavera que rejuveneció la pradera, se halla marchito hoy día, se ha destruido, arrugado, echo un ovillo espantoso y arrojado al estercolero.

Imagino que también sentirás lo mismo, quizás todo lo que pasamos, para ti solo fue un juego, un noviazgo pasajero, quizás me hablabas cada vez que te sentías sola, cada vez que necesitabas entretenimiento. Si llegaba a aburrirte, te ibas a entretenerte con alguien más, como una mariposa dejándose manosear por las flores en una floristería. Luego te acordabas, volvías, abrías la puerta del zaguán y ¡Sorpresa! el perro fiel de nuevo movía la cola y sacaba la lengua. O quizás fue verdad y llegaste a amarme casi tanto como te amé, cualquiera sea el caso, ya no importa demasiado.

Espero que hayas madurado, que comprendas en el presente que alguna vez, cuando tuviste quien sabe qué edad, un chico te amó de forma desmesurada, desde una región desconocida, un rincón alejado del país, sin importar la distancia. Y que, para él, fue lindo el tiempo que te dedicó. Díselo a tus amigas, quizás sea una buena historia que contar entre tragos de ron, durante una noche fría mientras la fiesta se apaga lentamente.

Después de tanto tiempo, aún deseo que sea feliz, solo quiero que seas feliz y que te vaya bien en todo lo que hagas. Nunca vas a dejar de ser una mujer hermosa para mí. Pese a todo... ¿Qué estúpido soy, cierto?

Me alegra haberte conocido, gracias a ti, hoy tengo un motivo para sonreír cuando tenga un día monótono y aburrido.

Deslizándome hacia la locuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora