5. Desviación

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{Desde este capítulo comenzaré a contar la historia desde el punto de vista de un narrador omnisciente}

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La joven Freya estaba muy avergonzada de sí misma y sabía que aquel inconveniente dañaría su reputación. Se vistió y salió rápidamente de la casa de Aries. Shion quiso despedirse pero la joven simplemente lo ignoró. Subió hasta el templo de Acuario, donde se encontraba Degel leyendo un libro. Degel la volteó a ver. La chica notó que Degel sí sabía lo que sucedió. Pero su cara no mostró decepción ni nada por el estilo, el francés parecía muy calmado.

-¿Ya te enteraste de que el alumno de Dohko consiguió la armadura de pegaso?-Dijo Degel tranquilamente.

Y fue en ese momento cuando Freya se dió cuenta de que había perdido el rumbo de su misión. La cara de la joven cambió drásticamente. Si de por sí a Degel ya se le parecía extraño que al entrar al templo de Acuario lo haya ignorado, ahora estaba más que confundido.

Freya salió corriendo del templo y fue corriendo hasta la Cámara del Patriarca mientras encontraba la manera de volver al camino que ella deseaba. Al llegar fue directo con Sage y sin importarle que estaba teniendo una plática sería con Sísifo interrumpió y dijo:

-Quiero ser amazona.-Lo dijo lo más directo que pudo. Sage se sorprendió.-Y quiero que Albafica sea mi maestro.

-Esta bien. Múdate a su templo

A la chica le sorprendió que Sage le haya dado una respuesta así de rápido pero no dijo nada. Se dirigió hacia el templo de Acuario. Estaba de muy mal humor. Se había desviado se su objetivo y había empezado a socializar con los dorados en lugar de salvarlos.

El que Tenma se haya convertido en caballero de pegaso le recordó que la Guerra Santa estaba cerca, muy cerca. Se fue corriendo hacia Acuario y empezó a preparar su maleta mientras Degel le pedía una explicación. Ella no respondía. Al francés le quedaba más que claro que estaba enojada, pero no sabía que la joven estuviera molesta con ella misma. Freya ya no escuchaba a nadie.

Se fue molesta hasta la casa de Piscis. Llego y vio a Albafica sentado en un sillón.

-Seré tu alumna-Dijo sin más. Dejó su maleta en el piso y salió al jardín de rosas venenosas, dejando a Albafica sorprendido por su mal genio. El pisciano prefirió no meterse en sus problemas. <<Cosas de mujeres>> pensó.

Freya se encontraba intentando calmarse mientras estaba sentada justo en medio del campo de aquellas flores que solo se tenían a sí mismas y a Albafica como compañeros y en algún futuro, muy cercano, también a la joven.

Freya no eligió a Albafica al azar. Sabía que él era muy solitario, y eso le serviría, además de que era un caballero muy fuerte. La chica estaba decidida a no volver a socializar con nadie que no fuera Albafica y sus hermosas rosas. No quería volver a desviarse de su meta, salvaría todos.

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Varios años habían pasado. La joven no dejó de entrenar. Lo tomaba como un castigo debido a distraerse de su meta y también como una manera de aumentar las probabilidades de cumplirla. La chica ahora estaba perfectamente entrenada, su fuerza física ahora se podía comparar con la de un caballero dorado, gracias a su entrenamiento exhaustivo sin descanso. Sin saber cómo, la chica ahora poseía un cosmos. Su cosmos también era muy fuerte pero su especialidad era la fuerza física. Freya no tenía armadura porque no la quería. Sabía que podría alterar la historia.

La chica había forjado una relación muy íntima con las rosas. Había momentos en los que las escuchaba hablar. Y en cuanto a Albafica, su relación era más que buena. Eran como hermanos inseparables. Freya cambió su carácter travieso y alegre a uno frío y amargado, un poco como Albafica. En algunos escasos momentos ese carácter olvidado regresaba pero el único testigo era el bello caballero. En cambio, eran muy raros los casos en los que los demás caballeros tan siquiera la vieran. La joven tenía la capacidad de ocultar su presencia.

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