Después de la Guerra

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-¿A dónde iríamos?-preguntó Freya un tanto emocionada, pensando en todos los hermosos momentos que pasaría con Asmita.

-Tal vez a las montañas, o a algún pueblo cercano. Pero tranquila, primero hay que esperar a que mejores y a que los demás caballeros ayuden a reconstruir el Santuario. Eso tardará poco, no hubo muchos daños-dijo el rubio mientras acariciaba la mejilla de su amada-. Bueno, necesitas descansar. Iré a ayudar a la reconstrucción del Santuario. Shion te cuidará mientras tanto-terminó con una pequeña mueca. No le gustaba lo más mínimo que el lemuriano se quedará solo con Freya.

-Bueno, te veo luego.

Virgo le dedicó una última mirada a la joven y se retiró. Segundos después entró Shion. Fue entonces cuando la de pelo corto se fijó en su atuendo. Llevaba aquella túnica tan fácil de reconocer, la del Patriarca.

-Wow, te queda bien-halagó Freya.

-Gracias-dijo el borreguito con un ligero sonrojo que derritió a la chica de ternura-. ¿Puedo?-preguntó mientras señalaba la orilla de la cama que estaba siendo ocupada por la muchacha. Ella asintió, permitiéndole a Shion sentarse junto a ella.

Cuando el peliverde se sentó, soltó un pequeño gemido de dolor.

-¿Te lastimaste?-preguntó Freya.

-No-contestó nervioso.

La joven obviamente no le creyó. Se acercó al ariano y abrió su túnica, dejando al descubierto su pecho totalmente vendado.

-¿No?

Shion solo bajó su cabeza. La joven comenzó a retirar el vendaje. Cuando terminó, pasó su dedo índice por todo el lastimado torso del peliverde, causándole escalofríos. Cuando el dedo femenino llegó hasta el abdomen bajo, después de haber pasado por unos hermosos y bien formados, pero no exagerados, abdominales, ella levantó la mirada y sus ojos se conectaron. Duraron así varios segundos, o tal vez incluso minutos, hasta que Freya, dándose cuenta de lo que estaba haciendo, decidió cortar el contacto visual y retirar su dedo.

-Deberías ir con Asmita para que te cure. Me ofrecería a hacerlo, pero no sé nada de medicina-admitió mientras soltaba una risita nerviosa.

-S-sí, claro.

-Creo que ya es un poco tarde, desperté hace poco y ya está anocheciendo. Necesito descansar.

-C-claro. Ahora me retiro-tartamudeó el lemuriano mientras se acomodaba la túnica y huía a paso acelerado de la habitación.

Cuando se encontró sola, Freya suspiro. Se recostó en su cama y cerró los ojos para dormir.

∆∆∆∆∆

No pudo hacerlo. Se quedó despierta varias horas intentando conciliar el sueño, pero no pudo. Salió de su habitación a escondidas y huyó de la Cámara del Patriarca. Bajó hacia la casa de Piscis, encontrándose con el cadáver de Albafica envuelto en una sábana originalmente blanca, y ahora en su mayoría roja en la entrada del templo. Se arrodilló junto al cuerpo. Los caballeros habían hecho un gran intento por no morir al cargar su cadáver y llevarlo a la doceava casa.

La chica tomó un extremo de la sábana y comenzó a jalar. El cuerpo se movía poco a poco, dejando atrás un rastro de sangre venenosa. Cuando estaba a punto de llegar al jardín de Piscis, Freya sintió un tremendo dolor recorriendo todo su cuerpo. La "anestesia" que le habían recetado estaba perdiendo su efecto. Cada vez le costaba y dolía más mover el cadáver.

Desesperada, recurrió a su cosmos. Algo había cambiado en el. Era más agudo y potente. Sus ojos se hicieron amarillentos, y sus pupilas se alargaron, semejándose a las de un felino. Su fuerza inmediatamente aumentó y, aún con el tremendo dolor de cuerpo, arrastraba el cadáver más rápido.

| Cambio | Saint Seiya: The Lost CanvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora