1. No me lo creo

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Capítulo editado.
Hasta el capítulo de "Desviación" mi narración es HORRIBLE. Aguántenla, que se ponen buenas las cosas después. Mucho sentimiento y acción.

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Freya es una joven mexicana de 19 años común. Estudia y tiene amigos. ¿Por qué se llama Freya? Porque su padre es fan de la mitología, al igual que lo es de los caballeros del zodiaco. La joven ve esa serie desde los cuatro años. Pero hay una parte que le gusta en especial: The Lost Canvas. Ella ha llorado y reído al leer los mangas. También tiene un lado fangirl que la hace chillar de emoción cada que piensa en ellos.

Un martes común y corriente, después de ir a la escuela y comer, pasa algo impresionante. Mientras está viendo vídeos en YouTube, la chica queda cegada por un potente rayo de luz y siente un golpe para después desmayarse.

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Cuando despertó varias horas más tarde, se encontró sobre una montaña. Detrás de ella había una enorme estatua que era muy familiar para ella. La estatua de Athena. Parpadeó varias veces, sin poder creer en lo que veía.

—No mames—exclamó—. No mames. No mames. No mames—dijo rápidamente.

Se sentó en el suelo, intentando analizar la situación, sin poder conseguirlo. ¡Estaba en Saint Seiya! ¿Pero era la realidad? ¿O sólo estaba alucinando?

Mientras se preguntaba tantas cosas, un viejo con vestimenta de Patriarca estaba corriendo hacía ella. Parecía que cada paso le dolía debido a sus articulaciones. Cuando Freya se dió cuenta de él, se sorprendió aún más.

Al tenerlo frente a frente dijo:

—¡¿Sage?!

Se ganó una mirada inquisitiva, pues el anciano nunca le había dicho su nombre. Apenas estaba recuperando el aliento perdido por tanto ajetreo. Ella, mientras tanto, estaba procesandolo todo. Estaba en Saint Seiya, y debido a la existencia de Sage y su aparente edad, estaba en el Lienzo Perdido.

¿Podría ser mejor para ella? Definitivamente no.

—¿Cómo sabes mi nombre?—preguntó el anciano con el ceño fruncido—¿Y por qué llevas ese atuendo? ¿Por qué estás bajo la estatua de Athena?

—Al menos déjeme contestar—interrumpió, ganándose una mirada de total desaprobación.

—Señorita, la consideraré una amenaza—dijo—. La llevaré con Athena para que decida qué hacer con usted.

Dicho esto, el viejo tomó con brusquedad la muñeca de la chica, ella tomó su celular y audífonos, que por alguna razón la habían acompañado, y se dejó guiar por Sage.

Bajaron unos cuantos escalones y entraron a la Cámara del Patriarca. En el llamativo trono estaba sentada la mismísima Athena. Mantenía su rostro serio y su compostura. Aunque se veía muy joven.

—Señorita, está muchacha apareció bajo su estatua. ¿Qué haremos con ella?

—Esperen, esperen. No soy una amenaza. Sasha, deberías confiar en mí—explicó. La pelimorada y el anciano la miraron extrañados. <<Genial, yo y mi bocota>>, pensó Freya.

—¿Cómo sabes mi nombre?—preguntó Sasha con una voz suave ganándose un suspiro de la recién llegada.

—Vengo de otro mundo—comenzó—. En él, ustedes son una simple caricatura. Yo soy una gran fan, me sé toda su historia de memoria. Sé quién morirá y quién no en la siguiente Guerra Santa. Aún no sé por qué estoy aquí, pero si sé que les puedo ayudar a ganar. Además—dijo mientras hacía cara de cachorrito y sacaba un par de lágrimas falsas—, Sasha, usted es mi reencarnación de Athena preferida. Es mucho mejor que Saori. Por ello, su majestad, le pido piedad.

| Cambio | Saint Seiya: The Lost CanvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora