22. Alas

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Cuando Freya despertó se encontró con Asmita dormido a su lado. Tenía una expresión llena de tranquilidad, como siempre que meditaba. Eso le hizo pensar que a veces se dormía en plena meditación. Sabía que Asmita gustaba de ella. Pero le daba demasiada vergüenza confesar sus sentimientos, de los cuales Asmita ya tenía una idea. El hindú despertó porque sentía una mirada sobre él, la de la chica. Se sonrieron el uno al otro y se levantaron.

-¿Cómo dormiste?-preguntó ella.

-Muy bien-respondió el rubio.

Algo raro pasaba dentro de él siempre que Freya lo acompañaba. Se comportaba diferente, menos serio. Incluso sonreía, algo que antes no hacia comúnmente. La chica lo notaba y se sentía feliz de ello.

Fueron a desayunar y Asmita aprovechó para regañar a la joven "debidamente".

-¿Por qué te fuiste sin decirme nada?-se quejó el rubio.

-Porque si te hubiera dicho no me hubieras dejado ir.

-Tienes que ser más responsable. Piénsalo, nadie quiere que mueras, menos yo.

-Tú dijiste que la muerte no era el fin-se defendió la chica.

-Y tu me dijiste que sería el fin de mi vida contigo-contraatacó Virgo.

Y ambos guardaron silencio. Asmita mantenía los ojos cerrados. Ambos tenían argumentos el uno contra el otro. Ninguno de los dos habló más en el desayuno. Quién sabe por qué, pero se habían molestado, más bien sólo Freya. A ella no le gustaba que la contradijeran. Estaba molesta y eso la hacía sentir incómoda. Decidió ir a saludar a su hermano, hace tanto que no lo veía. Se despidió de Asmita con un simple "adiós" debido a su enojo.

Subió a Libra, dónde se encontró con Dohko, pero ninguno se saludo si quiera ya que se llevaban mal desde que él la había culpado por la "muerte" de Tenma. Después subió a Escorpio. Vió a Kardia en su jardín, lleno de manzanos. Se veía tranquilo cosechando las manzanas. Se veía tan pacífico. Sonreía mientras tomaba aquellos frutos. Traía su ropa casual, que dejaba sus formados y ligeramente bronceados brazos a la vista. Freya sacudió su cabeza, no podía andar de pervertida ahora. Pero eso no hizo que dejara de ver. Kardia notó su presencia y sonrió. Ella seguía parada en la entrada del templo, hasta que el dueño de la casa la invitó a pasar.

-¿Quieres comer algo?-preguntó el peliazul.

-No, gracias. Acabo de desayunar.

-¿Entonces te gustaría pasar a mi jardín?

-Claro-diji Freya.

Ambos se dirigieron al jardín donde Kardia estaba cosechando. Era hermoso. El verde de los árboles le daba tranquilidad al lugar, y el rojo vivo de las manzanas le daba vida.<<Aquellas manzanas se parecen a Kardia>> pensó ella.

-¿Por qué lo dices?-preguntó el escorpión. Freya había pensado en voz alta.

-No sé cómo explicarlo. Diría que se porque le das vida a las cosas, alegría. Eres como el rojo vivo de tus manzanas, sobresale entre el verde de las hojas-eso sonó mucho más poético de lo que Freya pensaba que iba a sonar.

Kardia solo se sonrojó y la invitó a sentarse en los escalones que daban al jardín. Se podía escuchar la brisa que movía las ramas y los pájaros que se escuchaban. Todo era paz. Freya aspiró tanto aire como pudo, disfrutando del paisaje y la tranquilidad.

-¿Puedo peinarte?-preguntó Freya repentinamente. El hermoso cabello largo de Kardia la había tentado, era digno de la envidia de cualquiera, sedoso, suave y brillante.

-Claro-entonces Kardia se sentó dos escalones abajo de Freya y se sentó entre sus piernas, dándole la espalda. Sus manos quedaban justamente a la altura de la cabeza del escorpión-. Hablando de cabello, me gusta mucho tu pelo corto, te queda bien-si Kardia fuera gato ahora estaría ronroneando, le encantaba que le acariciaran la cabeza, y el que Freya lo peinara con tanta delicadeza se sentía similar.

| Cambio | Saint Seiya: The Lost CanvasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora