El automóvil deportivo color rojo saltón de Sídney pasaba las plantaciones de lijo a toda velocidad. La avenida 27 de Junio, siempre vacía tan al sur, se lo permitía con total tranquilidad.
—Aprieta más ese acelerador o no llegaremos a tiempo —masculló Verónica sin dejar de mirar el velocímetro desde el puesto del copiloto.
—Voy a 180 kilómetros por hora —dijo Sídney concentrado en el camino —. Si acelero más no podremos frenar cuando lleguemos.
—Que gallina —susurró la chica.
Konrad descansaba en los asientos traseros con su vista fijada en las magníficas plantaciones que pintaban de distintos tonos verdes y amarillos kilómetros y kilómetros de tierra, con los árboles de la reserva forestal presentes pero alejados. Algunas pocas casas saltaban a la vista tan rápido que no se distinguía su arquitectura.
Sídney frenó abruptamente como lo hacía siempre, indicando que habían llegado a su destino. Luego de estacionar junto a otros autos y bajo un simple techo sostenido por columnas, los tres bajaron del deportivo a toda prisa.
—Son las 12 y 50 —indicó Konrad mirando el reloj en su muñeca –. Aparentemente lo logramos.
A paso ligero tomaron el camino empedrado que tenían al lado. El viento no perdonaba la falta de obstáculos en su camino y siempre corría con ferocidad, pero aquel día estaba más violento que nunca. El cabello de todos se batía, inclusive los gruesos mechones del cabello rizado de Sídney.
—No estaríamos tarde de no ser por tu culpa —gruñó Verónica mirando a Sídney — "Estoy en la casa de Elio, me invitó a beber lijonada y no me puedo ir hasta las doce y media" —remedó a su amigo con un tono chillón y molesto.
—No fue mi culpa. Elio me había hecho la invitación hace mucho y lo del señor Crimson fue de un momento para otro...
Una bocanada de aire atravesó a Sídney y lo hizo detenerse.
—¿Y ahora qué? —preguntó Verónica.
—Nada —respondió él retomando el camino.
El sol no brillaba con frecuencia en Uspiam y aquel día no era la excepción, sin embargo, en las plantaciones de lijo, el clima era levemente más caluroso que en el área urbana, acompañado de nubes más delgadas y menos frecuentes.
El camino de piedra llegó a su final y frente a ellos se erguía la villa de los Crimson. Una construcción tan antigua como espléndida.
El suelo del frente estaba totalmente empedrado y entre las rocas crecía un musgo verde, dando la impresión de estar en una pequeña plaza. En la mitad, una fuente redonda lanzaba chorros de agua hacia el cielo y cercándola, crecía un bello jardín circular con flores y arbustos de todos los colores.
La villa era inmensa y su arquitectura transportaba a una época antigua llena de pintores y poetas. Finos balcones adornaban amplias ventanas descubiertas que permitían a la luz solar socavar hasta en el más pequeño rincón. Había puertas por toda parte y nunca estaban cerradas, sin importar la hora o el día.
Los chicos subieron la escalinata hasta dar a la gran entrada principal, que, como suponían, estaba de par en par, la atravesaron y se introdujeron en el amplio vestíbulo adornado por una elegante escalera y una ostentosa lámpara con estilo de araña.
April apareció en la segunda planta al final de la escalera. Con un cepillo dorado que llevaba entre sus manos peinaba sus cabellos lisos color castaño claro y sobre su cuerpo, esbelto y delicado, llevaba un vestido corto floreado de pequeños tirantes que permitía entrever cómo todas sus sutiles curvas guardaban perfecta simetría entre sí.
ESTÁS LEYENDO
Las Gemas De Uspiam
FantasyApril, Veronica, Konrad y Sidney son cuatro adolescentes que viven en un tranquilo pueblo en medio de una enorme reserva forestal donde nunca ocurre nada emocionante. Al menos hasta aquel día en el que los cuatro amigos son obligados a detenerse med...