April abordó su auto y al salir por la avenida 27 de Junio reprodujo su lista de música para viajes. El aire era suave y olía a naturaleza y lijos. Después de unos minutos entró a los suburbios y se detuvo en la casa de Konrad. Pitó y en poco tiempo su amigo estaba caminando hacia el auto.
Konrad subió y ambos se saludaron con un beso en la mejilla. April tenía una sonrisa radiante y su cabello estaba recogido en una trenza en cascada, en cambio, Konrad, tenía los ojos pequeños y rodeados de bolsas negras y marcadas, su cara era de agotamiento y de vez en cuando cabeceaba durmiéndose y daba pequeños saltos despertándose.
—¿Estás bien? —preguntó April.
—Algo cansado, no pude dormir bien pensando en todo.
—¿Desayunaste? —dijo ella manejando.
—No, no alcance a cocinar nada —respondió Konrad.
—¿Y tus papás?
—Mi mamá sigue en San Petersburgo, supongo, y mi papá viajó a Nueva York ayer, mientras estábamos en Belle Orchidée.
—Revisa en mi bolso que está atrás, hay algo de comer.
Konrad alcanzó el bolso y lo abrió. Sacó un lijo y se la comió en un santiamén.
—¿Me puedo comer el otro también?
—Claro, tranquilo —respondió April.
—¿Trajiste el zafiro y el diamante? —preguntó Konrad luego de pasar un bocado.
—Por supuesto, fue lo primero que alisté anoche al llegar a casa.
—Yo hice lo mismo —añadió Konrad mostrando el rubí.
El auto frenó frente al edificio de Sídney, pero no se veía al chico por ninguna parte.
—Ojalá dejar las gemas en la cueva calme todo esto —dijo April en un suspiro.
Un ruido se escuchó en los asientos traseros del auto. April y Konrad giraron para ver, creyendo que se trataba de Sídney, pero unos cabellos rubios pálidos aparecieron en frente de sus ojos.
—Eso no calmará nada —aseguró Belmont sentado en las sillas traseras.
—¡Belmont! —exclamó April.
—Mucho gusto, Konrad, soy Belmont Storgard —dijo ofreciéndole la mano a Konrad.
—Buenos días —titubeó Konrad confundido.
—¿En qué momento te subiste? —preguntó April.
—Me subí cuando se detuvieron.
—¿Qué quieres? —preguntó Konrad mirándolo y frunciendo el entrecejo.
Sídney salió del edificio y se dirigió al auto. Su madre se podía ver en las ventanas de la octava planta junto a Siena que observaban atentas.
—¡Por las aguas de Uspiam! —exclamó al abrir la puerta trasera —. Pensé que Belmont era nuestro enemigo, pero ahora está aquí...
—Sídney, silencio —lo interrumpió Konrad, pero él continúo.
—Creemos que son las gemas lo que está mal —dijo al acomodarse junto a Belmont —. Se nos han aparecido brujas, ogros...
Konrad subió demasiado el volumen de la música y la voz de Sídney se perdió en tanto ruido. April arrancó el auto, y a unas cuadras de distancia el volumen de la radio volvió a descender.
—Belmont...
—Sí, Konrad.
—Necesitamos respuestas y sabemos que tú las tienes —dijo el chico con voz demandante.
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Las Gemas De Uspiam
FantasyApril, Veronica, Konrad y Sidney son cuatro adolescentes que viven en un tranquilo pueblo en medio de una enorme reserva forestal donde nunca ocurre nada emocionante. Al menos hasta aquel día en el que los cuatro amigos son obligados a detenerse med...