Capítulo 20

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—Que delicia —suspiró Verónica —. Tenía tanta hambre.

—Se nota —dijo Konrad al ver la bandeja del almuerzo de Verónica completamente vacía.

—Sídney, almuerza rápido —ordenó la rubia —, tenemos que practicar.

—¿Practicar después del almuerzo? —preguntó Sídney antes de comer un bocado —. No puedo hacer eso, me voy a vomitar.

—¿Parece que me importa? —preguntó Verónica —. ¡Pues no! —exclamó.

—¿No te basta con practicar casi todas las tardes? —preguntó Sídney comiendo a un ritmo más rápido.

—¡No! Si queremos quitarle la capitanía a Paulo tienes que ser mejor que él y mucho. ¿Cuántas veces te lo tengo que repetir? —puso sus ojos en blanco.

—Bueno...

—¿Cuándo son las pruebas? —preguntó April después de pasar un bocado.

—Aún no han dado la fecha —respondió Verónica.

—No importa —dijo April —, yo sé que a ambos les irá muy bien, y que tu —miró a Verónica —, mantendrás tu capitanía y tu —giró hacia Sídney —, serás el nuevo capitán.

—No si sigue pensando que por practicar después del almuerzo se va a vomitar.

Belmont se sentó en la mesa donde estaban todos y sobre esta ubicó un extraño recipiente finamente decorado.

—¿Qué es esta mierda? —preguntó Verónica tomando el recipiente en su mano y examinándolo.

—Eso es donde traigo mi almuerzo —contestó Belmont.

—Vamos a ver que comes —dijo la rubia y destapó el recipiente con tanta energía que varias migajas de comida salieron a volar — ¡Asqueroso!

—¿Qué tiene? —preguntó Sídney imaginando todas las cosas que podrían comer los elfos —. Dámelo, quiero ver.

Verónica le pasó el recipiente y a él no le causó el más mínimo asco. Dentro había un revuelto de zanahorias, acelgas y lechugas picadas en pequeños pedazos.

—¿Por qué mierda comen eso? —preguntó Verónica con cara de asco.

—Leí que entre los humanos hay un grupo de gente que no come animales ni nada que se derive de ellos —contó Belmont —, bueno, si los elfos fuéramos humanos perteneceríamos a ese grupo. No usamos animales en nuestro beneficio de ninguna forma.

—Ya no me caen tan mal los elfos —dijo Verónica —, y aunque todavía me parezcan débiles, al menos se preocupan por los animales.

Reese Wigton, la chica nueva del curso pasó cerca de la mesa, y a penas Sídney la vio guiñó un ojo exhalando sensualidad.

—Vamos, Sídney —ordenó Verónica al ver que a su amigo le quedaba poca comida.

—Vero, ve yendo a la cancha y organiza los implementos para la práctica —propuso April —, me comprometo a enviar a Sídney apenas haya acabado todo el almuerzo.

—Ok —dijo Verónica y se alejó camino a la cancha.

—El cumpleaños de Verónica se acerca —contó April emocionada —. ¿Qué le vamos a hacer?

—¡Una fiesta! —exclamó Sídney mandando migajas de comida y gotas de saliva por los aires.

—Nunca he ido a una fiesta —contó Belmont.

—A Verónica no le gustan las fiestas —interrumpió Konrad —, mucho menos le gustará una en el día de su cumpleaños.

El viento refrescante del medio día acarició la piel de los muchachos y de sus compañeros que llenaban la cafetería.

Las Gemas De UspiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora