Capítulo 17

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La costa de Uspiam y las plantaciones de lijo rodeaban a April, quien trotaba con un short y una holgada camiseta por la pesada arena con sus pies descalzos. Era el día perfecto para devolver las gemas. El sol brillaba por entre las contadas nubes y el cielo estaba lo más azul posible desde hacía meses.

La chica observó su reloj notando que era momento de acabar. Bajó la velocidad por unos minutos y luego estiró sus extremidades, todo con la mirada fija en el pacífico océano.

La puerta principal de la villa estaba abierta, como de costumbre, y unos hombres introducían con ahínco un alto y robusto mueble de madera maciza.

—Hola, mami.

—Buenos días hija ¿cómo amaneces? —preguntó Iliria al verla cruzar la puerta, para luego darle un beso en cada mejilla junto a un gran abrazo —Te ves radiante hoy. ¿Hay algún motivo en especial?

—Por supuesto —contestó April —. Hoy todo volverá a la normalidad en Uspiam.

—¡Cuidado, muchachos! —gritó Iliria al ver que las personas que cargaban el mueble lo golpeaban contra una pared —Espero saber más de ese motivo en el desayuno y será mejor que nos apuremos a llegar a la mesa, Dorotea ya está sirviendo el desayuno y nadie se aguantaría a esa mujer si lo dejamos enfriar.

—¿Qué es lo que están entrando? —preguntó April antes de que junto a su mamá caminara hacia el comedor.

—Un mueble que compré para darle algo de vida a este aburrido vestíbulo.

Arribaron al gran comedor de 12 puestos, donde Daven caminaba de un lado para otro con platos y vasos llenos de comida y bebida.

—¿Necesitas ayuda, papi? ¿Qué puedo hacer?

—Nada hija, sigan ambas y siéntanse. Yo me encargo de todo —respondió Daven.

Minutos después toda la familia estuvo sentada y el desayuno dio inicio.

—Corazón, ¿cómo te ha ido en el colegio?

—Bien, papi —respondió April —, algo extraño, pero en general diría que bien.

—¿Extraño? ¿A qué te refieres? —preguntó Iliria —. ¿Está relacionado con el motivo de alegría que exhalas hoy?

—Pues sí —titubeó April inventando algo rápido —, hay muchos estudiantes nuevos, es curioso porque nunca había visto eso aquí en el pueblo.

—¿Nuevos? No he escuchado nada sobre familias nuevas en el pueblo —dijo su madre bebiendo del jugo de naranja recién exprimido.

—¡Por las aguas de Uspiam, nuevos residentes! —exclamó Daven —, tampoco había oído nada. Hace unos años, cuando tu mamá y yo éramos joven hija...

—¿Unos años, papi? —preguntó April riéndose.

—Sí, hace unos años, no diremos cuántos —continuó su padre entre carcajadas —, la llegada de un extraño al pueblo era todo un acontecimiento. Recuerdo que todos desviaban sus caminos para pasar por la casa de los nuevos y husmear un poco.

—Eso sucede aún, papi, por eso se me hace extraño.

—No estamos tan viejos entonces —dijo Daven con una sonrisa y tomó un sorbo de café.

—Hay alguien nuevo, su apellido es Storgard y ...

—¿Y ese es tu motivo de alegría?, ¿al fin nos presentarás un yerno? —preguntó Iliria emocionada.

—No, mami, no es por eso, es diferente, no sé cómo explicarlo.

—¡¿Te hizo algo, April?! —exclamó Daven bajando el cubierto con fruta que llevaba hacia su boca.

—¡No! —se apresuró a aclarar —, no es eso. No es nada conmigo.

—¿Entonces?

—Él es raro, no conozco a su familia, no sé nada de él.

—¿Cómo dijiste que se llamaba? —preguntó su padre.

—Belmont Storgard.

—Los Storgard...no, no he escuchado nunca ese apellido en Uspiam.

—Yo tampoco —concordó Iliria.

—Bueno hija, ten cuidado con los nuevos del pueblo. No los conocemos y es mejor ser precavidos.

—Sí, papi, tranquilo -dijo April tomando comiendo un poco de avena.

—Luego de la desaparición de Bernie...

—No sabemos nada sobre eso, Daven, seguramente se fue del pueblo y ya.

—Uno nunca sabe, cariño.

—Un secuestro o un asesinato en Uspiam —dijo Iliria descascarando una mandarina —, eso es imposible.

April tomó una manzana verde y le dio un mordisco cuando Dorotea entraba para rellenar los vasos con jugo de naranja.

—¿Y cómo vas con las calificaciones, hija?

—No han sacado ninguna todavía y ya hice todas las tareas de la otra semana —respondió April —. Les quería pedir un permiso para hoy.

—¡Sí, claro! —exclamó Iliria —. ¿A dónde quieres ir?

—A la ciudad con Sídney, Konrad y Verónica —mintió April.

—Por supuesto que puedes ir —dijo Daven.

—Gracias. Entonces estaré de vuelta por la tarde y ya saben, cualquier cosa que sepan sobre las nuevas familias del pueblo, me cuentan, en especial los Storgard.

—Algo me dice que te gusta ese chico —agregó Iliria.

April se levantó, llevó los platos sucios a la cocina y subió a su habitación, se lavó los dientes, se aplicó algo de perfume y volvió a bajar.

—Adiós mami, adiós papi, voy a llevar mi auto —dijo mientras le daba un beso a Iliria y a Daven.

—¿Tu manejas hoy?

—Sí, papi, hoy recojo a los chicos.

Entre Konrad, April y Sídney había un acuerdo. Para reducir su huella de carbono solo usaban un auto para transportarse. Se turnaban y cada día alguno diferente usaba su auto.

—No he visto a tus amigos desde esa noche que los recogí en la terminal de autobuses. Diles que vengan a almorzar, prepararemos lo que ellos quieran.

—Les diré.

Antes de salir de la casa, April empacó en su bolso dos lijos, un jugo de naranja en botella y algo de cereal dentro de un cuenco con tapa.

Cuando llegó al lobby de la entrada, vio el nuevo mueble que su madre había comprado junto a la puerta y notó que era hermoso y seguramente bastante costoso también. Se veía robusto y ahora entendía porque se habían necesitado cuatro hombres grandes para movilizarlo.

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Las Gemas De UspiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora