Capítulo 22

2K 272 15
                                    

Verónica entró en el salón de dibujo, la electiva que cursaba, afanada porque iba con unos minutos de retraso, solo para darse cuenta que el profesor aún no había llegado. Al relajar su paso sintió un fuerte empujón que mandó sus libros al suelo.

—¡Maldita perra! ¡¿acaso no tienes ojos?¡ —gritó enfurecida al ver que Reese Wigton era la responsable del empujón.

—Perdón, no te vi. Cuando no estás con tus amiguitos eres aún más invisible.

—¡No sabes con quien te metiste! —exclamó Verónica y corrió hacia Reese con intención de darle un puñetazo.

Reese levantó su pierna y de una patada en el estómago la envió al suelo abruptamente. Verónica cayó sentada y se golpeó la espalda contra un pupitre. Al intentar respirar, no pudo, el golpe la había dejado sin aire. Todos en el salón la miraban atónitos y Reese ya estaba en su puesto hablando tranquilamente con su hermano mellizo.

—¡Por las aguas de Uspiam! —exclamó Marycella ayudando a Verónica a ponerse en pie —¿Estás bien, nena? ... siéntate acá ... respira ... estás morada.

—¡Maldita Reese! —dijo Verónica dando rápidas inhalaciones —, me empujó, traté de darle...

—Lo vi todo, nena —dijo Marycella extendiendo su mano hacia Verónica con un botella de agua —, no me tienes que contar, toma un poco de agua. Tamiko, ayúdame a recoger las cosas de Verónica, por favor.

Tamiko recogió los cuadernos de Verónica y se sentó junto a las otras chicas.

—El pueblo se llenó de extranjeros raros muy rápido —dijo poniendo los libros sobre el pupitre de Verónica —, la mayoría llegaron en el verano, y los hermanos Wigton son la prueba de que no todos son buenos.

—Tu padre es el alcalde, Marycella —afirmó Verónica tomando un sorbo de agua —, él debería saber a qué se debe tanto extranjero.

—Pues, nenas, lamento decirles que nadie sabe a ciencia cierta por qué vienen tantos extranjeros. Lo único que si les puedo confirmar es que mi padre está muy feliz de que en Uspiam se esté dando un boom de inmigración.

—Mis padres dicen que los extranjeros están causando la inseguridad —agregó Tamiko —. Hasta redactaron una nota sobre la desaparición de alguien en el periódico.

—El sheriff se la pasa pidiéndole a mi padre más control e investigación con los recién llegados —continuó Marycella —, pero ya lo conocen, no es que sea muy consciente de las prioridades y ni se diga luego de esa licencia que se concedió para construir en la Cordillera de las Carolas, ha habido varias discusiones por eso.

—¡En las Carolas! —exclamó Verónica —. Eso es parte de la reserva, no se puede construir ahí.

—En teoría no se puede, nena, pero mi padre dijo que ese proyecto traería inversión y prosperidad...

—¿Sabes que van a construir?

—¡Claro! —exclamó Marycella —. Un magnate multimillonario quiere tener su hogar ahí, construirá una mansión enorme.

—¿Un multimillonario viviendo en Uspiam?, eso sí que es raro —añadió Tamiko —. Mi padre aún no sabe sobre eso, no ha publicado nada en el periódico.

—Y espero que no vaya a saber nada por tu boca, mi papá lo está manteniendo en secreto —susurró Marycella —, así cuando ya esté avanzada la construcción nadie la podrá detener.

—¿Y por qué elegir este pueblo entre tantas ciudades interesantes del mundo? —preguntó Verónica retomando el tema —. Acá no hay nada que hacer.

Las Gemas De UspiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora