Capítulo 35

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April había estacionado su auto unas cuadras atrás y ahora caminaba por las calles de Petram, el centro administrativo y financiero del pueblo. Tomó por una calle de suelo empedrado donde solo era permitido el paso peatonal y siguió hacia el oriente acompañada de los contantes arbustos de azaleas que aparecían cada nada.

Luego de rebasar varios edificios antiguos, arribó al complejo de medios de comunicación de Uspiam. Junto a la calle había un jardín frutal, al lado izquierdo, un pequeño cubo con pequeñas ventanas y una alta antena donde funcionaba La 102, al lado derecho la maltrecha oficina de correo postal, y atrás, un ancho edificio de cuatro plantas y miles de balcones con unas grandes letras negras en el techo donde se leía: Verum.

Al entrar a Verum, April encontró a la secretaria, que la saludó con una sonrisa desde su escritorio. La chica solía ir mucho al edificio porque Tamiko pasaba gran parte de su tiempo ahí con Marycella y de vez en cuando sus padres, Fushi y Ali Okumura les ayudaban a las tres a redactar tareas.

Las puertas del elevador se abrieron y April se introdujo en la cuarta planta y si sus ojos no la engañaban, Belmont estaba frente a la ventana con un montón de papeles rosados entre los brazos.

—¡Belmont! —exclamó corriendo a darle un abrazo —No sabía que estabas aquí. ¿Qué es todo eso que llevas? —preguntó tomando uno de los muchos papeles.

Era la envoltura de algo más, la cual no se demoró en rasgar para ver su interior. Se trataba de una carta decorada con corazones y halagos hacía el elfo y sus atributos.

—¿Qué es esto? —preguntó April poniendo una mano en su cintura.

—Me las dejaban todos los días en el casillero, pero sin firma, y después de un poco de atención descubrí que se trataba de tu amiga, Marycella. Desde entonces hablamos todos los días y me dijo que podía traer las cartas a Verum para que las reciclaran y también agregó que necesitaba mi ayuda para algo.

Marycella apareció dando brinquitos desde de un balcón entreabierto hacía ellos. Estaba acicalada en exceso y se notaba muy emocionada.

—Hola, nena —dijo dándole un beso en cada mejilla a April —. Tenemos que hablar, tengo que contarte la buena nueva —agregó desviando las pupilas hacia el elfo —. Tira las cartas por ahí, nene, después las recogemos.

Belmont obedeció y Marycella saltó para agarrarle un brazo, lo cual le permitió subir su boca y atinar un corto beso en sus labios.

¿Qué estaba pasando? April y Belmont no tenían nada, pero llevaban varios días besándose, se supone que no debía estar haciendo lo mismo con otras y menos con Marycella. Aunque su amiga no era la culpable, no sabía nada de su situación, en cambio él sí que era muy consciente.

—Has visto a Tamiko —dijo retirando cualquier acción hacia el elfo.

—Sí —respondió Belmont —, está en la oficina de los señores Okumura.

Marycella se acercó para darle un abrazo a April con la segunda intención de susurrarle algo al oído.

—¡Lo logré!

April no dio ni un vistazo más a Belmont y siguió su camino hacia Tamiko. Había ido a Verum con una misión y no podía distraerse.

—¡April! no me dijiste que venias —Exclamó Tamiko al verla.

La oficina de los señores Okumura tenía dos escritorios y una gran vista sobre Uspiam.

—Hola, Tamiko —respondió —. Parece que hoy todos hemos tenido sorpresas —refunfuñó para sí misma peinando las puntas de su cabello.

Las Gemas De UspiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora