Capítulo 19

2.2K 321 39
                                    

Cuatro libros gruesos cayeron sobre un pupitre, exhalando polvo y causando un estruendoso sonido.

—Deben leerlos —dijo Belmont que estaba en pie junto a Konrad, April y Sídney.

—¿De qué tratan? —preguntó April tomando uno entre sus manos y volviéndolo a ubicar en su lugar debido al exceso de peso que sus brazos no pudieron soportar.

—Ustedes las llamarían enciclopedias, contienen información resumida sobre los seres más famosos y sus características.

—¿Son de los elfos? —preguntó Konrad mientras, a la distancia, Marycella curioseaba y chismoseaba con Tamiko, seguramente sobre Belmont.

El elfo asintió y Elio entró en el salón, ubicándose junto a Dasha que repasaba unos papeles perfectamente organizados que tenía en la mesa.

—Solo hay uno original, pasé el fin de semana copiando los otros tres a mano para que cada uno pudiese tener el suyo propio.

—¿Y por qué no los fotocopiaste? —preguntó Konrad abriendo uno para ver que estaba hecho en algo distinto al papel.

—¿Lenan ... qué? —interrogó Sídney evitando la mirada de Lily Harris que acababa de ubicarse en su pupitre.

—Así llamaos a nuestra aldea, Lenandorf.

Los hermanos Wigton pasaron el umbral de la puerta y causaron un silencio en todos los presentes que se desvaneció a los pocos segundos.

—Debemos tener cuidado con ellos —advirtió Belmont observando a Reese y a Wyatt —. Seguro esconden algo. Los he estado analizando desde que llegué, pero son muy escurridizos.

—Buenos días señores y señoritas —dijo Euclides Khawaja, el profesor de álgebra entrando apresurado en el salón —. Si los vuelvo a ver de pie al inicio de mi clase, señor Storgard y señorita Kuyentray, reprobarán inmediatamente —Belmont se sentó lo más rápido que pudo ubicándose en el lugar de Verónica, y ayudándose, Konrad y April ocultaron los robustos libros bajo un suéter –. El trabajo de hoy es sencillo —continuó el profesor deshaciéndose de su cazadora de cuero —, tienen que resolver los ejercicios de la página 9 a la 20 del libro antes de que suene el timbre, mientras tanto yo calificaré la tarea —se sentó sobre el escritorio.

—¿Cuál tarea? —preguntó Sídney despertando de un letargo mental.

La puerta del salón se abrió salvajemente y detrás apareció Verónica.

—Ya sé, profesor Khawaja —dijo Verónica entrando y caminando hacia su puesto —, ya sé que es la tercera vez que llego tarde, pero...

—Ya no importa, señorita Lazzari, pregunte a sus compañeros la actividad y hágala. Al fin y al cabo, estoy seguro de que este año si reprobará.

—¿Por qué está en mi puesto esta rata? —preguntó la rubia, confusa, al ver a Belmont sentado en su pupitre.

—Siéntate frente a Sid, no hay problema —se apresuró a decir April para evitar una discusión —, tenemos que hacer ejercicios del libro y podemos juntar los pupitres.

Verónica puso sus ojos en blanco y obedeció. Segundos después los cinco estaban en un círculo.

—Vero, dime por favor —dijo April —, que llegaste tarde por estar haciendo la tarea a última hora.

—¡Tarea! —exclamó Verónica —, ¿cuál tarea?

—Esa misma pregunta me hago yo —agregó Sídney.

—Pues la de factorización —contestó April —, recuerdo muy bien que les dije que la hicieran, incluso me ofrecí a ayudarles.

—¿Ustedes dos la hicieron? —preguntó la rubia impactada —. Pasé el fin de semana intentando procesar lo de las gemas.

Las Gemas De UspiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora