Capítulo 34

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Al entrar en la casa, Sídney escuchó a los pájaros cantando y luego buscó a Takiyah con la mirada para no encontrarla.

—Takiyah —dijo — ¿Dónde estás? —preguntó sin obtener respuesta.

Caminó hasta el cuarto de registro y comprobó que no había nadie ahí. Los cajones de todas las cómodas estaban abiertos de par en par.

—¿Takiyah, estás bien? —preguntó y tampoco le respondieron esta vez —. Verónica me dijo que habías llorado por ...

Un brillo negro inundo el lugar y las ventanas de toda la casa estallaron derivando en esquirlas de vidrio que volaron por doquier. Sídney cubrió su cabeza y esperó un momento. El celular sonó en su bolsillo y al verlo supo que era April quien lo llamaba. Antes de que pudiera contestar, alguien entró al cuarto caminando lentamente por detrás de él.

—Sídney Rossell —dijo Klervy dando golpes al marco de la puerta con una uña —, tan idiota como de costumbre.

Sídney no necesitó darse la vuelta para saber que era la bruja, y cuando lo hizo, la vio vestía de escarlata, con una falda larga y un corsé.

—¿Qué ... estás ...

—Deberías aprender a utilizar esos poderes rápido, niño, o no vas a llegar lejos...

Sídney corrió y empujó a Klervy para pasar por la puerta, traspasó la entrada y corrió por el jardín. Vio a Verónica a lo lejos, tras un arco, estaba de cara al auto. Cuando la alcanzó le tocó el hombro volteándola. Sus ojos se veían asustados, pero no se movía.

—Vero...

—Odio esa costumbre que adoptaron de darle diminutivo a los nombres, dile por su nombre completo —dijo Klervy mientras caminaba por el prado hacia los dos chicos —. ¡Verónica Lazzari!

La chica recupero el movimiento y tomó una profunda hondonada de aire.

—¡Tenemos que irnos! ... ellas están aquí.

—No irán a ningún lado, niña —dijo Klervy chasqueando sus dedos.

Un circuló negro apareció en el suelo rodeándolos a ambos. Verónica alargó un brazo y al rozar el perímetro del círculo sus yemas se pusieron negras y le dolieron.

—¡Mierda! —gritó.

—Ni lo intentes, niña, no podrás salir de ahí a menos que yo lo permita. ¡Vengan hermanas! —dijo Klervy y muchas rocas y árboles se transformaron en brujas.

Sídney reconoció a varias de las mujeres, eran las mismas de aquella vez en la cueva. Todas caminaron hacia ellos mirándolos como a animales de zoológico.

—Ya tenemos a la mitad, Klervy, solo nos faltan otros dos —dijo una mujer con albinismo —. Los matamos y tendremos el poder.

—¡Cállate! —exclamó Klervy —, no son nuestro asunto, le pertenecen a él.

—¿Qué vamos a hacer? —le preguntó Sídney a su amiga en susurro tembloroso.

—¡Perras locas! —gritó Verónica—. Si no nos dejan salir, utilizaré mis malditos poderes de la tierra y las ... las .... ¡las aplastaré como a moscos!

Klervy soltó una sonrisa como muestra indiscutible de que aceptaba el desafío.

—¡Adelante niña! muéstranos de lo que eres capaz —dijo acercándose mucho a Verónica.

La rubia no sabía qué hacer, pero no estaba dispuesta a rendirse tan fácil. Le dio una patada a la tierra bajo ella y no pasó nada, movió sus manos de formas raras esperando a que algo pasara, pero nada pasó. ¿Dónde estaban los resultados de sus entrenamientos?

Las Gemas De UspiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora