Capítulo 24

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La casa de los Brunner estaba vacía y recluido en su habitación estaba Konrad. La señora Brunner aún no volvía del viaje y su esposo había emprendido uno. La cena con los Kovac era dentro de unas horas y no podía estar tranquilo. Caminaba de un lado a otro pensando. ¿Debía hacerle caso a Sídney y confesarle su amor a Dasha?

Su mente era como un rompecabezas donde nada encajaba. Pensaba en Dasha, en la cena, en Belmont, en April, en Verónica, en Sídney, en los elfos, en los ogros, en las gemas. Debía organizar tanta información o se volvería loco.

Fue a la cocina y se preparó un café muy cargado como le encantaba. Bajó al sótano que estaba repleto de chécheres, y apilado, entre cosas inútiles, encontró un viejo tablero. Dejando la taza de café a un lado se dispuso a sacarlo y lo logró.

Con el café en una mano y el tablero en otra, subió a la habitación de su hermana. El lugar era usado como cuarto de estudio y estaba repleto de posters de bandas de rock. Tenía un escritorio en forma de ele y encima un gran computador de mesa. A juego con el escritorio había una cómoda silla de ruedas, dos sofás puf en una esquina y una mesa redonda sencilla con otras cuatro sillas de ruedas.

La habitación le recordó a su hermana y al equipo de escalada. Botando el tablero al suelo, tomó su celular y marcó.

—Hola.

—Hola, Naomi —dijo Konrad por el celular.

—¡Konrad! ¿qué haces hermanito?

—Nada, como siempre —respondió Konrad —. No tengo mucho tiempo para hablarte.

—Nunca me llamas Konrad y ahora ya te vas —dijo Naomi —, mentira —rio pausadamente —. Dime que necesitas.

—En el verano, mientras estabas de vacaciones por Yakarta, usé tu equipo de escalda y...

—No podías tener mi equipo de escalada.

—Lo siento, supuse que te enojarías...

—No me estas entendiendo, Konrad. Yo nunca llevo el equipo de escalada a casa, siempre lo tengo en la universidad.

—No —refutó Konrad —, el equipo de escalda estaba aquella noche en mi camioneta ... es más, está aquí en tu habitación, lo estoy viendo.

—Mi equipo de escalada está aquí, lo estoy viendo, quizá nuestros padres compraron uno nuevo o debe pertenecerle a alguno de tus amigos. ¿Verónica no practica montañismo? ... debería, le veo potencial.

—No es de ninguno. Nadie que yo conozca practica montañismo, solo tú.

Konrad observó fijamente el equipo de escalda que se escondía en una esquina.

—Y te quería pedir otra cosa.

—Dime, hermanito.

—¿Puedo arrancar algunos posters de la habitación? Necesito poner algo en la pared.

—Sí —respondió Naomi con desconfianza —, pero ten cuidado de no romperlos.

—Gracias, Naomi, te quiero, hablamos después —dijo Konrad y colgó antes de que su hermana se despidiera.

Acercó la taza de café a su boca y no sintió líquido, ya se lo había acabado. Desprendió los posters sin cuidado, rompiendo algunos, y en su lugar ubicó el tablero. Con un marcador negro escribió los nombres de sus amigos, Sídney, April, Verónica y el de él mismo y los relacionó con el elemento, gema y poder que representaban. Debajo puso las criaturas que conocían y que los ayudaban, encontrando que solo April y Verónica tenían ayuda por parte de hadas y elfos, respectivamente. El resto de criaturas de las que tenían conocimiento los habían atacado o ni siquiera habían aparecido.

Cuando todos los datos estaban organizados en el tablero, se detuvo a observarlos con paciencia. En un momento recordó el equipo de escalada y movió su mirada hacia él.

Concentrado y pensando en aquella noche ató cabos. Se habían pinchado extrañamente y no había neumático de repuesto y ahora su hermana le había dicho que ese equipo de escalada no le pertenecía.

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