Antes...
—Iván —susurro al subir a la cama y sacudir su hombro—. Iván, despierta —añado con urgencia.Se revuelve entre las sábanas y espero. Cuando se extiende para alcanzar la lámpara de la cómoda, la luz me permite verlo aletear las pestañas con desconcierto. Pasa una mano por su rostro y se incorpora en un codo. La sábana se desliza por su cuerpo, revelando la mitad de su torso desnudo.
Trago despacio. Por un momento olvido lo que me trajo aquí.
—¿Qué ocurre, Mare? —dice con voz ronca.
—Alguien golpea la puerta. Creo que es un borracho equivocándose de piso otra vez.
Nuestro pequeño departamento no está en la mejor zona de la ciudad, pero es lo que podemos permitirnos. A menudo, tanto hombres como mujeres recurren a las incontables tabernas y clubes que hay calle abajo, así que escucharlos es tan usual como oír los pájaros por al mañana.—¿Te despertó? —Aparta el resto de las mantas y me alejo para darle espacio y que salga de la cama—. Porque en ese caso tendré que darle su merecido. —Sonríe somnoliento.
Lleva unos desgastados pantalones de pijama que cuelgan de forma peligrosa de sus caderas.
—Nadie interrumpe los sueños mojados de mi Mary y sale ileso.—No estaba teniendo sueños mojados —objeto—. Estaba por prepararme algo de té.
Alcanza la camiseta que hay a los pies de la cama y tira de ella sobre su cabeza con una mirada cómplice, antes de arrastrarla al despertador junto a la lámpara. 23:30 PM.
—No estaba teniendo sueños mojados —insisto, cruzando los brazos.
—Lo sé. A que estabas releyendo La noche que Salmeé corrió las estrellas. —Pasa por mi lado y deposita un fugaz beso en la cima de cabeza—. Siempre lo relees para tu cumpleaños, aunque técnicamente falta media hora para tus dieciocho.
Lo sigo por el pasillo a oscuras, guiada por sus pisadas hasta que llegamos a la sala, bañada por la luz de la pequeña cocina. Frena de golpe y me estrello contra su espalda, trastabillando hacia atrás. Él aguanta la risa. Siempre hace lo mismo. Algún día logrará que me rompa la nariz contra sus omóplatos.
—No vayas a caerte sobre tu trasero, Mare. —Toma mi codo para estabilizarme.—No sería la primera vez.
Arquea ambas cejas con diversión, pero la gracia se atenúa cuando vuelven a golpear la puerta. Alguien está dejando caer una lluvia de puños en nuestra entrada. Por la velocidad y frecuencia de los golpes, está más que enojado.—Ese sujeto debe tener demasiado alcohol en sangre —comenta Iván.
—¡Sé que estás ahí! ¡Sal de una jodida vez o derribaré tu maldita puerta, imbécil de mierda! —gritan del otro lado.
Todo en el muchacho frente a mí se tensa. Cuadra los hombros y retrocede como si estuviera asustado.
Iván nunca se asusta.—Regresa a tu habitación —ordena con sus ojos anclados en la puerta.
—¿Por qué?
Intento acercarme a él, pero mis pasos vacilan al escuchar al desconocido darle un brusca patada a la madera.
—¡Iván, ábreme! ¡Sabes por qué estoy aquí! —Una avalancha de puños otra vez—. Dame lo que me pertenece, ¡dámela! ¡Dámela o prendo fuego este lugar contigo dentro!—Mare, vete —ordena por segunda vez, más decidido—. Ahora —añade girando en mi dirección.
Toma mi mano y tira de mí hacia al oscuridad del corredor. Tropiezo con sus talones hasta que llegamos a mi cuarto y me empuja dentro.
—Échale el pestillo a la puerta y guarda silencio, ¿sí?
Mira sobre su hombro con nerviosismo y sus dedos se clavan en la carne de mis brazos, incitando una respuesta.—¿Quién es ese tipo? ¿Lo conoces?
—Te lo explicaré todo, pero promete que cerrarás la puerta y no la abrirás hasta que vuelva. —Pánico inunda sus ojos, y tal vez por ese mismo motivo asiento más de una vez. No sé por qué está tan alterado, pero sé que todo empeorará si no le respondo—. No salgas de tu habitación, Mary.
—No lo haré.
Me mira por última vez. Cuando lo hace, noto cuánto me quiere sin la necesidad de que diga nada. Eso me parte el corazón cuando se marcha, también potencia mi temor, y eso que nunca me consideré alguien fácil de asustar.
Alcanzo el celular de mi escritorio y me aferro a él mientras espero que vuelva. El 911 brilla en la pantalla y mi pulgar está listo para oprimirlo en cualquier momento, porque por dentro tengo el presentimiento de que algo malo ocurrirá.
Como muchos sabrán, las corazonadas pocas veces fallan.
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Lo que callo para no herirte
Short Story¿Callo para no herirte o te cuento la verdad?