28. Elián

36.7K 7.5K 1.3K
                                    

 —Si Declan fuera diferente, me refiero a menos superficial y más amable, ¿saldrías con él? —Me atrevo a preguntar desde el sofá

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 —Si Declan fuera diferente, me refiero a menos superficial y más amable, ¿saldrías con él? —Me atrevo a preguntar desde el sofá.

Salmeé, que acaba de salir del baño luciendo de pijama una desteñida camiseta lisa y pantalones de yoga, se dirige al pequeño armario frente a la cama para colgar el vestido que a Hilda le hubiera encantado que me probara.

—No, no lo haría. —Noto algo extraño en su voz—. No estoy interesada en los hombres de momento.

—¿Y en las mujeres? —Cuelga la prenda y se gira para darme una mirada que dice «¿En serio?», a lo que muestro mis palmas, en señal de cero prejuicios—. Gustos son gustos, solo pregunto.

—Déjame corregirme —pide encaminada a la intocable mesa de noche, donde toma una liga para el cabello—. No estoy interesada en ningún tipo de relación amorosa.

Tira de su pelo en una coleta alta y comienza a retorcerlo y enrollarlo hasta formar con destreza un moño en al cima de su cabeza.

Me gusta su cabello. Suelto, atado, semi atado, húmedo o en una red de cocina.

Hasta me gustaría en una red de pesca.

Asiento mientras apoyo los codos en las rodillas y me inclino un poco hacia adelante en el intento de que me sostenga la mirada. Se sube al colchón y se recuesta contra la cabecera, observándome en silencio. Sabe que estoy a punto de hacer otra pregunta. Me conoce lo suficiente como para notar que una pausa tras un interrogante significa una segunda ronda de signos interrogativos.

—No. —Niego con la cabeza y ella ladea la suya, extrañada—. Esta vez no dejaré que la incertidumbre me gane. Es tu turno de preguntar.

—¿Qué es exactamente lo que debería preguntarte?

—Lo que sea, lo primero que venga a tu mente.

Estoy emocionado por descubrir qué cosas le intrigan de mí.

—De acuerdo, pero con una condición. —Levanta el índice frente a su nariz para hacer énfasis—. Solo puedes responder con sí, no o tal vez.

Asiento.

—¿Sabes que Hilda te mira el trasero todo el tiempo?

—Tal vez.

Compartimos una sonrisa.

—Ese tal vez suena más a un sí que a un no. Y... ¿Alguna vez cerraste las puertas de un elevador siendo consciente que venía alguien a alcanzarlo detrás de ti?

—Sí.

—¿Robaste?

—Sí.

—¿Te enamoraste?

Vacilo, pero termino asintiendo. Sus fracciones se suavizan.

—¿La amaste?

Trago con fuerza. Mi nuez de Adán se siente como si estuviera hecha de agujas. No sé si los pinchazos son las lágrimas que me niego a dejar salir.

—No.

Solo llegué a quererla un poco. O puede que solo la necesitara, no que la quisiera. Si la hubiera querrido no le hubiera hecho lo que le hice.

Salmeé retiene el aliento unos segundos. Sus hombros están tensos.

—¿Fue hace mucho tiempo?

—Sí.

Pero no tanto como quisiera.

—¿Qué ocurrió?

—Supongo que ya no podré contestar con sí, no o tal vez —señalo con un humor lamentable.

No me gusta recordar la persona que fui. Tenga la absurda idea que, cuanto más profundo excave en los pensamientos que tenía, más posibilidades tengo de quedar atrapado en ellos otra vez.

—Tal vez sí puedas —susurra, y reformula la pregunta por otra que me araña el corazón de igual forma—: ¿Ella te lastimó?

Niego. Las palabras hirientes nunca estuvieron en el vocabulario de Zoella, pero sí en el mío

—¿Tú...? ¿Tú la lastimaste?

—Sí.

Me arrepiento de haberla impulsado a preguntar, pero también descubro algo con ello, y es que no hay prejuicio en sus ojos.

—Ya no más preguntas, ¿verdad? —indago en cuento su silencio se hace demasiado pesado para seguir sosteniendo su mirada.

—No para ti, no por hoy. —Una pequeña sonrisa tira de sus labios—. Buenas noches, Elián. Gracias por confiarme estas cosas.

Nos encontramos otra vez en la oscuridad; ella intenta adivinar qué fue lo que le hice a la única chica que me quiso lo suficiente como para intentar cambiarme, y yo lamento todo lo que no hice.

Podría haberla cuidado.

Podría haber aprendido de ella.

Podría haberla amado.

Podría, podría, podría... Pero no lo hice.

Lo que callo para no herirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora