48. Salmeé

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 —¿Cómo llegaste aquí? —susurro, todavía incrédula al poner una taza de café frente a él

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 —¿Cómo llegaste aquí? —susurro, todavía incrédula al poner una taza de café frente a él.

Hemos bajado al local en cuanto comenzó a gruñirle el estómago en medio de nuestro abrazo. Iván siempre fue un inoportuno, en todos los sentidos.

Amaba eso de él. Tal vez lo sigo haciendo.

—Cuando... Cuando desperté. —Se aclara la garganta y rodea la taza con ambas manos mientras me siento a su lado—. Dos residentes del hospital, Lily y Pascal, me dijeron sobre una chica que se había quedado conmigo a pasar la noche. Fue la misma que vi al despertarme, la misma que salió huyendo cuando no la reconocí. Todo este tiempo sentí que me faltaba algo, pero una vez que logré recuperar la memoria, supe que se trataba de ti.

Una débil sonrisa curva mis labios y su mano envuelve la mía sobre el mostrador.

—Lily me contó que en el hospital intentaron tomar tus datos, pero estabas tan conmocionada que decidieron esperar. Antes de que pudieran hacerlo, ya te habías marchado, justo como te dije que hicieras en la carta. Esperando que hubieras tomado un bus para irte, fui a la estación y le pagué al encargado para ver las cintas de ese día.

Miro nuestras manos entrelazadas.

—¿Debería haberme quedado ? —dudo—. Estaba asustada por lo que había pasado, y no sabes lo difícil que fue verte abrir los ojos y notar lo desconcertado que estabas al mirarme, más lo de la carta... —Frunzo el ceño—. Confiaba en ti, por eso me fui, aunque a veces me arrepiento. Me pregunto si quedarme hubiera ayudado. No puedo imaginar lo difícil que fue para ti. Tal vez hubieras recuperado la memoria más rápido y jamás hubieses tenido que pasar por eso solo.

—No estaba solo, Mare. Esos dos residentes me adoptaron como su amigo al segundo en que entré por las puertas del hospital. —Deja ir mi mano para acomodar un mechón de mi cabello tras mi oreja—. Prueba de que mi encanto funciona aún cuando mi cerebro no lo hace.

—No has cambiado nada, ¿sabes? —Mi sonrisa se amplía, pero es agridulce.

—No, pero tú sí, ¿verdad?

Miro más allá de él, hacia las ventanas. La nieve sigue cayendo, creando un escenario gélido y encantador que contrasta con la calidez y la luz dentro de Hilda's.

Contraste.

¿Podría mencionarle acerca de Mary y de mí? ¿De cómo una de nosotras ha estado culpando a Elián todo este tiempo y cómo la otra le ha dado una oportunidad?

¿Cómo siquiera puedo hablarle sobre él?

—Tengo muchas cosas que decirte —admito, dejando ir sus manos para tomar mi taza—, pero primero quiero respuestas acerca de lo que ocurrió.

Un músculo palpita en su mandíbula.

—¿Qué quieres saber?

—Todo, comenzando con por qué ese sujeto fue a nuestro departamento esa noche. ¿En qué estabas metido? ¿Qué quería de ti?

Confiarle tu vida a alguien no quiere decir que no te oculte secretos.

Lo que callo para no herirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora