18. Elián

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 Desde que toqué su brazo en la cocina, Salmeé me ha estado evitando

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Desde que toqué su brazo en la cocina, Salmeé me ha estado evitando.

Se aseguró que siempre estuviéramos a una distancia más que prudente, incluso mientras íbamos y veníamos llevando los pedidos y recogiendo lo que sobra de ellos. Sin embargo, ahora estamos solos en el café. No hay nada para distraerse de lo que pasó esta mañana, solo el constante recordatorio de lo que ocurrió: nosotros.

—Puedo volver a dormir en mi auto —aseguro cuando vacila al cerrar la puerta principal de Hilda's con llave. Guarda silencio y hace tiempo girando la llave despacio para evitar mirarme—. No creo... No creo que deba quedarme contigo, no si me tienes miedo.

—No te tengo miedo. —Suspira.

Da la vuelta y me mira.

—Sé reconocer cuando alguien me teme, Salmeé. —Me encojo de hombros, abatido por el hecho de que ella pareciera haber visto al antiguo yo por un momento—. Y si no es por temor, ¿por qué reaccionaste así?

—Porque por un segundo me recordaste a alguien.

—¿Alguien que te lastimó?

Se acerca hasta que no estamos a más de dos pasos de distancia. Me escudriña pensativa y me quedo sin aliento cuando una suavidad que jamás había presenciado se asienta en su mirada.

Me observa como si hubiera descubierto algo que la tranquiliza en más de un sentido.

—Alguien que me lastimó —afirma. Sus labios se curvan en una pequeña sonrisa cargada de nostalgia—. Pero esa persona no eras tú, Elián.

—No quiero que me mires y recuerdes a alguien que te hirió.

El día que me percaté de cómo me miraba la gente, con pánico a veces y rechazo en más de una ocasión, me odié por generar esos sentimientos en los demás. Desde entonces intenté mejorar y dejar de odiarme, aunque es imposible lo segundo.

—Hay algunas cosas que no podemos controlar —responde al esconder sus manos y las llaves dentro de los bolsillos de su chaqueta.

—¿Y qué se supone que haremos si no podemos controlarlas?

—Tener paciencia y esperar que nos cedan el control.

—¿Si no lo hacen?

Ahora es ella la que se encoge de hombros.

—Aceptarlo y aprender a vivir con ello.

—No le daría «Me gusta» a esa frase en Facebook.

Reprime una sonrisa ,encontrando divertido mi disgusto.

¿Acabo de casi hacerla sonreír? ¿En verdad casi pasó?

—Yo tampoco —concuerda antes de pasar junto a mí y dejarme atrás.

Lo que callo para no herirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora