42. Iván

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  Recorro los títulos de los libros apilados junto a la cama, que crean una sólida torre que funciona como segunda mesa de noche

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Recorro los títulos de los libros apilados junto a la cama, que crean una sólida torre que funciona como segunda mesa de noche. Son los mismos que ella solía leer cuando vivíamos juntos.



¿Por qué relees los mismos libros una y otra vez? —pregunté.

Con una segunda lectura puedo ver cosas que antes no veía. Aún más detalles con una tercera y cuarta.

A mí no me gusta releer libros. Ya no hay factor sorpresa y no volvería a sentir lo mismo que sentí la primera vez —objeté—. Además, nunca le darás lugar a una nueva historia si siempre lees la mismo.

Nunca leo lo mismo, Iván. —Sonrió a medias, como si supiera algo que yo no—. Siempre hay algo que cambia al releer: un sentimiento, un pensamiento, un significado. Y cuando existe un cambio, por más pequeño que sea, no hablamos de lo que fue una vez, hablamos de lo que es ahora. Es diferente. Es nuevo.


Me pregunto cuánto habrá cambiado Mary, porque estoy seguro de que no voy a encontrarme, al menos no completamente, con la persona que conocí; con el libro que leí.

Voy a tener que releer, y eso es tan emocionante como terrorífico.

Oigo pasos. Seguido de ellos el chirrido de la puerta siendo abierta. Inhalo con fuerza y cierro los ojos.

Perdóname, pienso.

Perdóname, perdóname, perdóname.

—¿Iván?

Lo que callo para no herirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora