55. Elián

31K 6.9K 1.1K
                                    

—Nuestro padre había muerto y era hora de cobrar la herencia —explico agachando la cabeza y fijando la mirada en mis manos, fuertemente entrelazadas entre sí—

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Nuestro padre había muerto y era hora de cobrar la herencia —explico agachando la cabeza y fijando la mirada en mis manos, fuertemente entrelazadas entre sí—. Iván se las había arreglado para que retuvieran mi dinero porque sabía que lo iba a gastar en drogas o alguna mierda que me podría matar. Me dijo que una vez que saliera del círculo vicioso me lo daría. Solamente buscaba protegerme de mí mismo. —Recuerdo cuando llamó por teléfono para decírmelo. Me enojé tanto que comencé a estrellar cosas contra la pared—. Estaba tan furioso que empecé a tomar. Bebí tanto que llegó un punto en que me sentí fuera de mí, luego tuve la maravillosa idea de drogarme. —Hilda desliza su pequeña y arrugada mano sobre las mías y levantar la mirada. No luce repugnada e indignada por mi conducta, sino triste y un poco decepcionada—. Lo fui a buscar y no me pude controlar, juro... Juro que no pude. Estaba tan cabreado que incluso diciéndome a mí mismo en mi cabeza que debía detenerme, no podía hacerlo. No pude hacerlo. Después me marché y al día siguiente, cuando tenía una resaca sin nombre, me llamaron para decirme que Iván estaba coma. Casi muero al enterarme de todo el daño que le causé, Hilda.

—¿Por eso te marchaste? ¿Te distanciaste de él porque temías hacerle más daño?

No sé si la compasión que veo en ella es por mí o él. Yo no la merezco.

—Iván siempre cuidó de mí, incluso cuando yo no quería que lo hiciera. Le devolvía el favor siendo un idiota busca problemas. Me metía en líos y él siempre me sacaba de ellos. Cuando le debía dinero a los proveedores, él pagaba por mí para que luego no fueran a golpearme y cobrar. Incluso recibió unas cuantas palizas que deberían haber sido mías. Consumí su vida. Nunca pudo estudiar porque todo el dinero que tenía lo usaba para pagar mis deudas y que no me mataran. Jamás tuvo novia porque temía que terminara involucrada en lo que yo lo metía.

Ella se tensa a mi lado y comprensión ilumina su rostro.

—Oh, santos diablos verdes —escupe.

Casi rio por la expresión de la octogenaria.

—Debo contarte algo, Elián. ¿Puedes prometer que no me interrumpirás hasta que termine?

Asiento y ella se pone de pie. Va directo a un cajón de un mueble de pino y rebusca dentro hasta sacar un pequeño álbum de fotos.

—Cuando Salmeé llegó al café y me pidió empleo, supe que algo andaba mal con ella.

No sé qué tiene que ver ella con todo esto, pero como es usual, permanezco atento en todo a lo que se le refiere.

—Me contó sobre sus padres. No tuvo una infancia muy buena.

—No hace falta retroceder tanto —asegura, volviendo a tomar asiento a mi lado—. Algo malo le había ocurrido poco tiempo antes de llegar a Viltore City. Se notaba por donde la miraras que sus heridas permanecían abiertas y frescas, y sobre todo que costaría cerrarlas.

—Tú ayudaste con eso.

Me sonríe mientras aprieta el álbum entre sus manos.

—En parte, pero mayormente se curó a sí misma —dice orgullosa—. Jamás me contó mucho sobre lo que había pasado, solamente que tenía que ver con un muchacho que por circunstancias de la vida tuvo que dejar atrás.

Recuerdo haberla oído decirme que ella sentía algo fuerte por un chico, pero este no la veía de la misma manera en que ella lo hacía. ¿Quién no querría tener a Salmeé a su lado? ¿Quién no querría que fuese su novia?

—Sin embargo, sin que me dijera nada, pude ver algo de su historia. —Abre el álbum y comienza a pasar fotografías. La mayoría son de ella en el café, con sus clientes. Hay algunas de Hilda con otra mujer anciana que siempre aparece con una bandeja de galletas en mano. Me agrada sin conocerla. Luego, varias de Salmeé pasando tiempo con ella en el local y en esta casa—. Aquí, mira esto —señala detendiéndose en una.

No sé qué pretende hacer dejándome ver una foto de Salmeé palcialmente en bikini, pero no me quejo.

Hay un viejo coche amarillo estacionado en la vereda y cubierto de espuma. El sol brilla sobre las copas de las árboles y la mesera se encuentra dada vuelta, sonriendo un poco sobre su hombro. Debió ser tomada en verano porque está descalza y con unos shorts de jeans. Tiene el sujetador de un bikini negro puesto y su cabello está descuidado y atado en un moño en la cima de su cabeza. Se encuentra escurriendo una esponja sobre un balde y se me ocurre que, con lo servicial que es, lo más probable es que se haya ofrecido a lavar el coche de Hilda para que la mujer no tuviera que hacerlo.

—Mira en detalle, Elián —pide en voz baja.

Ni siquiera me había dado cuenta que una pequeña sonrisa se había formado en mis labios, no hasta que la siento desaparecer.

—¿Son quemaduras? —Frunzo el ceño.

Su espalda está llena de ellas, las cuales son de un tono más rosado de lo usual. Al principio pensé que estaba un poco roja por tomar sol, pero no es así. Puedo ver las irregularidades en la piel ahora.

Algo me revuelve el estómago de la peor manera.

—Solamente las tiene en la espalda, por eso, a menos que la hayas visto sin ropa o espiado mientras se cambiaba, nunca lo notaste.

En otra ocasión hubiera hecho una broma sobre eso.

—No crees que se las haya hecho por accidente, ¿verdad?

Por un momento todo queda en silencio.

—No, no lo creo —afirma, y sus ojos se anclan en mí.

No comprendo lo que sugiere al principio. Pasa por mi cabeza que tal vez este chico del que tuvo que separarse le provocó las heridas, pero luego recuerdo cuánto parecía extrañarlo y adorarlo. La mirada de Hilda sigue fija en mí y mis hombros se cuadran en cuanto comprendo lo que está pensando.

—Yo no puedo habérselas hecho. —Niego con la cabeza, poniéndome de pie—. Ni siquiera la conocía antes de...

—¿No lo hacías o no estás seguro de recordarla? —Me hace frente.

Quiero decir algo. Quiero defenderme.. Sin embargo, su actitud hostil al principio y el miedo que pareció mostrar por mí hace semanas atrás refuerzan la teoría. Cada palabra, acción y mirada cobran sentido.

—Siéntate, por favor —pide haciendo un ademán al sofá—. Déjame terminar de contarte lo que sé.

Obedezco aturdido. En cuanto vuelve a hablar me arrepiento de haberlo hecho caso.

Lo que callo para no herirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora