«Oye, despiértate», ordena Mary.
«Salmeé, vamos, abre los ojos», dice impaciente.
«¡Qué te despiertes, mierda!»
Me siento de golpe, con la respiración acelerada. Al principio no veo más que una imagen borrosa. A medida que todo se aclara me percato de que estoy en mi habitación. No recuerdo haberme quedado dormida, y tampoco...
No.
No puede ser posible.
Tal vez fue un sueño.
Una pesadilla.
Llevo una mano a mi frente y me empiezan a escocer los ojos. Vuelvo a ver todo como si estuviera dentro de un coche, observando la ciudad tras un vidrio empañado. Busco a Iván con la mirada porque no tengo la seguridad de que al abrir la boca vaya a poder salir alguna palabra.
«Hay que ir a buscarlo, Salmeé. Hay que decirle sobre Elián antes de que...», algo interrumpe a Mary.
Un estruendo.
Salto de la cama y corro escaleras abajo.
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Lo que callo para no herirte
Historia Corta¿Callo para no herirte o te cuento la verdad?