DEREK.
Llevaba bastante tiempo con esa asquerosa sensación que me llevaba a la molestia. Quizás por lo que había dicho Owen, quizás porque tenía razón y me había dado un fuerte golpe en el ego... y esto, esto había conseguido tocar mi límite. Y por lo que pude vislumbrar, había tocado el límite de todos.
Algo dentro de mi tórax se estrujó al ver árboles podados por doquier, y algunos más siendo podados por robots. ¡Habíamos despojado a los humanos precisamente por el mismo puto motivo! ¡Habíamos asesinado a una raza por hacer esto y ahora los asesinos estaban replicando los actos! ¿Qué clase de escoria era esa? ¡¿Qué maldita mierda tenían en lo que se suponía debía ser un cerebro funcional y activo?!
—Esto es el colmo, ¡es el jodido colmo! —vociferó Owen como el gruñido de un león. Unas cuantas chispas de fuego salieron de sus puños apretados y con paso firme tomó la delantera de todos nosotros.
Cada uno con su maletín, cada uno con la mejor acción determinante, cada uno dispuesto a detener este maldito chiste.
Sacamos el cuchillo y lo impregnamos de la esencia. Sin dudar, sin pensarlo dos veces, sin detenernos a dialogar. Íbamos a lo que íbamos; y si matar era lo que ellos buscaban, pues muerte sin clemencia iban a obtener. Como basura querían comportarse; como basura acabarían.
Nadie en el mundo los recordaría como los héroes que ayudaron a encaminar a la humanidad a un mejor fin. Nadie los recordaría, ni siquiera ellos mismo serían capaces de reconocerse cuando los hiciéramos entrar en razón nuevamente... o cuando los hiciéramos desaparecer. Que ahora, con el temperamento humano efervesciendo, indudablemente quería llevar a cabo la segunda.
Todos estábamos fuera de la nave, alineados a un lado del otro, con el cuchillo siendo presionado por nuestras falanges y esperando a que alguien de los otros grupos hiciera acto de presencia. Iban a hacerlo y faltaba poco, sabían que estábamos aquí y sabían dónde encontrarnos.
—¿Y por qué han huido por tanto tiempo? —la voz chillona de Katia hizo eco en las vellosidades de mi oído. Cerré los párpados y disfruté del momento, no tenía idea de cuánto había extrañado el campo de batalla (que nunca debió haber sido campo de batalla, sino un terreno neutral... ¡pero bueno!) hasta que estuve nuevamente dentro de él.
Miré a todos mis acompañantes, Taissa y los demás humanos reclutados eran los únicos que parecían tensos, sus músculos podían verse duros aún con la lejanía y sus mandíbulas presionadas podían responder a mis dudas. Estaban encabronados, ¡y con motivos de puta madre! Estaría en su misma situación si no sintiera regocijo ante lo que íbamos a hacer.
Al fin y al cabo este no era planeta mío y no había una relación de nacimiento con él. Esto lo hacíamos por puro ego humano aunque quisiéramos negarlo.
—Trata de relajarte —le susurré a Tai luego de tanto sin hablarle y toqué su muñeca. Había visto que el contacto humano podía tranquilizar a una persona, pero estaba tan dura que parecía una roca. Su cuerpo comenzaba a incendiarse y yo solo me limité a encoger los hombros.
Tenía que emancipar sus emociones de alguna forma.
TAISSA.
Quería asesinar a Katia ahí mismo. Su puta sonrisa estaba sacándome de quicio. Un problema que siempre había tenido era que al estar molesta comenzaba a temblar, mi sistema nervioso se alteraba y me costaba más de lo habitual poder controlar mis movimientos, la voz me temblaba, y en algunas ocasiones se me salían una que otra lágrima.
No sentía todo eso tan potente como antes, quizás se debía a mi inmortalidad; pero sin lugar a dudas ahí estaban todas mis reacciones anatómicas.
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El tiempo se agota
Science FictionAño 2072. En el mundo solo existen cuatro clases de personas: los que controlan los cuatro elementos, los que controlan el clima, los que controlan la flora y fauna y... y tristemente, los humanos; la raza más caótica jamás antes vista. Ninguno d...