XIV. Límites.

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DEREK.

El cuerpo me palpitaba, todo a mi alrededor comenzaba a volverse negro y yo solo pensaba en una cosa: tenía que sacarlos de aquí.

Los cortes alrededor de los muslos, de los brazos y del cuello me estaban quemando. Mi simple existencia hacía que todo doliera, y cuando al fin creía que iba a perder el conocimiento, una ráfaga de aire se formó debajo de mí y debido a su fuerza, me elevó por los cielos hasta posicionarme en medio de quienes fuera que estuvieran de mi grupo.

El impacto contra la superficie me lastimó aún más y solté un alarido de dolor. Nunca en la vida había experimentado lo que era el dolor... así que jamás imaginé que fuera tan escandaloso.

   Abrí los párpados como pude y vislumbré a Taissa en cuclillas a mi costado, de sus ojos noté caer unas gotas de agua. Estaba llorando, o eso tenía entendido.

   —¡Owen, han herido a Derek con un cuchillo Luthrok! —no presté demasiada atención a la reacción de Owen, sino a la confusión dibujada en la cara de Taissa y la frustración en la de Evan.

—Pongan una barrera —murmuré.

No tuve que repetirlo, en menos de dos minutos se había formado un escudo de agua en forma de esfera. Estábamos cubiertos por una esfera de agua, y nadie podía pasar por ella... eso me hizo respirar un poco. Ninguno de nosotros podía hacer eso solo, se necesitaba de más gente y...

Los pensamientos se me quedaron estancados por algunos segundos. Nadie había escuchado mi orden salvo Tai, ningún otro ser había sido capaz de escuchar lo que había solicitado y al ver los ojos de ella coloreados de un rubí brillante; deduje que ella era el ser más poderoso que había visto antes.

Había conseguido un escudo de agua ella sola, enseguida giré mi rostro a la reacción de Owen. Percibí la resignación en su faceta y eso me hizo entrar en un estado grave de confusión.

Meneé la cabeza de un lado a otro y me arrepentí al hacerlo, los cortes comenzaban a absorberme y necesitaba de la manera más rápida posible que alguien me curara con Esteufortex. Tiré de la prenda de Evan para que se acercara, ya que todos estaban en posición de combate... detrás de mí venía un grupo de Flugors cargados de puros cuchillos Luthrok; los únicos con la esencia capaz de herir a un inmortal.

   —Estas heridas me están quemando —no podía morir debido a que el cuchillo no estaba cargado de la naturaleza de mi mayor temor, pero podía perder algún miembro.

   —¿Cuántos vienen? —cuestionó con la voz agitada.

   —10, tal vez 15 —anuncié y me dejé caer, ya no aguantaba más.

   Unas gotas de sudor comenzaron a descender por mi frente, los gemidos de dolor comenzaban a hacerse más frecuentes y enterré la cara en el hielo. Me sobresalté al sentir una mano pasar por mi pierna y al sacar el rostro pude encontrarme con la mano de Taissa tratando de sosegarme, aunque expulsando pequeños chorros de agua sobre mi piel.

Le sonreí... o intenté hacerlo, estaba demasiado concentrado en lo que le estaba sucediendo a mi pierna. La herida que había sido tocada por la mano de Tai comenzaba a cerrarse en cuestión de segundos; ambos nos miramos con la cara dibujada en asombro. Ella había sido capaz de curar mi laceración... y por primera vez en toda mi existencia tuve una sensación similar a lo que los humanos llamaban miedo, miedo de lo que la persona delante de mí era capaz de hacer.

EVAN.

No tenía tiempo de pensar en el poder que estaba manifestando Taissa, ya se estaban vislumbrando siluetas a lo lejos y todos nos habíamos puesto en posición de ataque. Sabíamos bien que no había necesidad alguna porque habíamos colocado nuestro escudo antes de que ellos llegaran; ya no había manera de que lo anularan... a menos que desconcentraran a la fuente proveniente de la protección.

El tiempo se agota Donde viven las historias. Descúbrelo ahora