Capítulo 4

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A penas amanecía y Louis ya estaba vestido con las ropas que le habían comprado y buscaba algo divertido para entretenerse mientras Harry abría los ojos. La alergia se iba quitando poco a poco con las pomadas que Anne tenía en casa.

Recordó lo mucho que Harry amaba que estuviera despierto antes que él, así bajó corriendo
las escaleras y llegó hasta la cocina. Sacó del refrigerador algunas fresas y las colocó en un
tazón, luego agregó chocolate encima y decoró con chispas de colores.

-A mi Harry le va a gustar- dijo para sí mismo y subió de inmediato sin hacer mucho ruido.

Todo era felicidad para él. Desde el momento en que llegó a esa casa su vida cambió por
completo. Le dolía muchísimo que Anne y Harry tuviesen que cargar con el peso de las
críticas que le correspondían, pero la mujer que tenía como madre le enseñaba todos
los días el gran valor que tenía y lo mucho que debía amarse para que un insulto no lo dañara.

-Louis- talló sus ojos con sus puños y parpadeó varias veces para incorporarse a la luz.

-Te traje fresas, Hazz- dijo entregandole el tazón.

-Te amo, gatito. Muchas gracias- habló adormilado y recibió el regalo. -Ven, vamos a
comerlas juntos.

Louis asintió y subió a la cama, se metió debajo de las sábanas y besó la mejilla de Harry.

Empezaron a tomar una por una, y después…

-Louis, te reto a meter todas las fresas posibles en tu boquita- dijo divertido.

-También tú, Harry.

-Sí, yo también lo haré, pero tú irás primero. Anda…

Tomó una fresa con una gran cantidad de chocolate encima en toda su palma, batiendo su
boca al introducirla y luego llevando la mano llena de dulce a su playera.

-Una- mencionó y tomó otra, luego otra, y una más.

Harry carcajeó cuando una de ellas no tuvo espacio en su boca y se cayó encima de las sábanas.

-Oops!

Luego fue el turno de Harry, tomaba las fresas con cuidado de no terminar todo sucio como
Louis, pero de nada sirvió, porque cuando le ganó por dos piezas, empezó una guerra de
cosquillas, y como Louis traía las manitas llenas de chocolate, terminó estropeando la limpia
pijama del rizado.

Louis llevó su mano a su boca y lamió los restos que quedaron entre sus dedos. Saboreó y
se deleitó por el sabor.

-Besame, Lou-Lou. Tu boquita tiene chocolate, sabrá rico.

Movió sus orejas y se expandieron sus pupilas; algo avergonzado, completamente
sonrojado, y nada inseguro, se acercó rápido a los labios del rulado y besó como si le
hubiese robado el gesto.

-Mi mamá ya debe saber que somos novios- sugirió.

-No, ella se enoja.

-Ella nos ama, Louis.

-Nos va a desamar ahorita, mira- señaló el desorden.

-Le diré que fuiste tú y sólo estará enojada contigo.

-¡Harry!- reclamó en un puchero.

-Y después le diré que yo también ayudé para que te perdone.

-Okay…

-Ahhh, y no se dice “desamar”, se dice “dejar de amar”- Louis emitió un maullido. -Pero ella
nunca nos dejaría de amar, gatito. Ella nos amará siempre, aún si llenamos de chocolate
todas las paredes, la casa entera.

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