Capítulo 29

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–Me gustaría que la piedra del centro tuviera forma de sol.

–Me temo que no será posible conseguir ese tipo de cristal, pero tengo un conjunto de un sol y una luna tallados en plata. Estoy segura de que le encantará...

[...]

Harry regresó a casa a eso de las catorce horas con una gran sonrisa pintada en el rostro y un resplandor que irradiaba felicidad en su mirada. El destello de sus profundos ojos verdosos conectaron con el océano viviente de los de Louis, quien en cuanto lo vio corrió a su encuentro enrredando las piernas alrededor de dus caderas, y éste lo sostuvo de la espalda para impedir que cayera.

Había salido temprano pidiéndole a Louis que se quedara en casa y le ayudara a Anne a preparar el almuerzo. No muy convencido aceptó. Y ahora que había vuelto sentía como si hubiesen pasado siglos.

Cada que tenía oportunidad volteaba a ver el reloj de pared de la cocina o se adomaba por el marco de la puerta. Sabía que Harry llegaría pero no le gustaba que tardara tanto.

En el fondo se reprendía por ser tan impaciente, por crear mil batallas en su cabeza junto a quién sabe cuántas ideas terribles sobre lo que pudieran pasarle. No se acostumbraría jamás a estar alejado de él. Y aunque depender de Harry era algo que intentaba evitar a toda costa simplemente no lo lograba porque era su instinto, sus sentimientos, y su alma los que no quería ceder a sus caprichos.

–Volvíste –susurró más para si mismo que para alguien más.

–Volví –susurró de la misma manera abrazándolo más a su cuerpo. –Espero que me hayas extrañado tanto como yo te extrañe.

–Tanto que no pudo estarse quieto ni un minuto sin voltear a checar la hora. –Interrumpió Anne caminando a su lado mientras secaba sus manos con una franela. –La comida está lista.

–¡Perfecto! –alegó Harry intentando bajar a Louis, cosa que le resultó complicada ya mismo el castaño se aferró a su cuello y apretó sus piernas ciñendo los costados del más alto impidiendo que lo soltara. –Uhm... Louis.

–No, no me voy a soltar.

Harry sonrió haciendo una mueca que también hizo reir a su madre. Louis podía ser un adolescente pero a veces tenía comportamientos tan infantiles que hacían hacer polvo el corazón de Harry. Que Louis cumpliera todos los años que fuesen, él siempre iba a ser un bebé.

–¿Gemma salió?

–No, está en su habitación.

–De acuerdo, porque necesito hablar con ella. –Anne sólo asintió. –Iré arriba, en un rato bajamos.

Y tuvo que subir con el híbrido entre manos porque parecía que no iba a soltarlo pronto.

Cuando finalmente entraron a su pieza ambos sintieron una tranquilidad agradable. Estar ellos dos solos, únicamente ellos dos... Era como imaginar que el resto no existía, que las personas desaparecían y las voces dejaban de escucharse, que los espacios eran suyos si estaban juntos y que no había más pensamiento que el de incrementar su amor por el otro cada día. Sólo ellos.

Y justo allí, en ese momento de paz que creaban, no eran necesarias las cosas que podía brindarte el universo, absolutamente nada porque ellos sabrían ser suficientes.

Cuando amas a alguien debes aprender a hacer grandes cosas sin hacer grandes esfuerzos, debes saber que si el sentimiento es basto no habrá exigencias de por medio. Así como tú estarás dispuesto a dar la vida por esa persona –aunque a veces no sepas demostrarlo–, esa persona estará dispuesta a darla por ti. Sería estúpido decir que las cosas deben ser iguales porque sinceramente es una falsedad. Y si uno aporta una porción más pequeña en algunas circunstancias, el otro sabrá cómo lograr que esa parte vacía sea llenada con otros elementos necesarios, y viceversa.

Ellos lo sabían.

–Harry...

–¿Si?

–¿Podemos hablar? –cuestionó jugando con sus dedos mientras se reprimía varios suspiros cansados por no saber como descifrar lo siguiente que dijera.

–Claro, pequeño... –caminó con él hasta la cama y lo dejó a su lado para luego mirarle a los ojos. Esos ojos que lo hacían perderse y encontrarse al mismo tiempo. Unos ojos que tanto amaba ver.

–Es que yo... –las palabras se quedaban presionadas bajo su lengua, negándose rotundamente a salir. –Yo no quiero c-causar problemas.

–¿Problemas?

–Sí, Harry... Somos novios y quizá eso p-puede llegar a incomodar a nuestra f-familia.

Harry lo observaba con el ceño fruncido debatiendo posibilidades, alternativas, algún código que le ayudara a saber lo que intentaba decirle, pero no podía, era confuso.

–Mamá y Gemma jamás se han molestado por nosotros, ¿qué intentas decir?, ¿es por tu mamá?, ¿quieres terminar conmigo?

–¡No! –limitó a decir casi gritando. –No estoy terminando contigo, eso jamás. Es sólo que me gustaría que tú y yo...

–Tú y yo...

–Que viviéramos juntos. –Soltó de repente sin titubear. –Unicamente nosotros dos.

Y entonces Harry ya no pudo hablar. 




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