Capítulo 24

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Llegaron a casa, Louis estaba demasiado contento y Harry sabía que la razón de sus sonrisas eran por la vivencia del centro comercial con Ariel, esa niña estaba llena de bondad, y esos actos eran valiosos, quizá demasiado para alguien que ha vivido inundado de malos recuerdos.

–¡Ya llegamos! –anunció el rizado dejando las bolsas de compra a un lado de la puerta. Louis quedó estático.

Y así de fácil, tan simple, tan sencillo, su felicidad y sus sonrisas se apagaron por completo.

Harry levantó su mirada, la dirigió a donde el híbrido miraba y notó la razón por la que Louis no se movía, podía jurar que hasta había dejado de respirar.

Una mujer de cabellos negros estaba de espalda, Anne la miraba con una mueca de desagrado y Gemma tenía las manos empuñadas a sus costados. Esa silueta lo confundió, cuando dio la vuelta y miró su rostro, toda duda se esfumó, era Johanna.

–Louis... –habló Anne dudosa –acercate, necesitamos uhm hablar.

Él seguía inmóvil, Harry se imaginaba las miles de ideas que debían cruzar por su mente, quizá el miedo de volver a verla, era tanto... Se acercó a su lado y lo tomó de los hombros, una caricia podía darle un poco de confianza.

Louis no se inmutó del tacto, no podía hacerlo, pero se sintió seguro. Caminó lento hacia las tres mujeres que habitaban la sala con Harry tras él, una vez más necesitaría reunir toda su fuerza y su valentía si quería salir a salvo de eso.

Una persona puede causar más daño con sus actos del que puede imaginar. El peligro no solamente está en cosas que aparentan serlo.

–Bigotes, ella es... –dijo Gemma nerviosa.

–Johanna, lo sé –completó en un susurro, carraspeo y tragó saliva. Aún resultaba difícil el simple hecho de mencionar su nombre.

–Tu madre, Louis –corrigió Anne, estaba pálida, la tensión la sentían todos. Lo que fuera que Johanna les hubiese dicho representaba vulnerabilidad, su escudo se debilitaba.

–Una madre no abandona.

–Quería verte de nuevo, William –mencionó Johanna tomándolo de los brazos, él se alejó rápidamente.

–¿Ahora sí te importo, Jay?, ¿ahora sí estás consciente de que tienes un hijo?, ¿ahora sí sabes siquiera quién soy? –se atropellaba con sus palabras, hablaba tan rápido que no podía mi tomar aire después de cada oración, su corazón latía con fuerza, y él seguía siendo débil ante eso por más que quisiera no estarlo.

Johanna agachó la cabeza y una lágrima rodó por su rostro hasta caer al suelo. –Solo vine a hablar contigo...

–No quiero escucharte, Johanna.

–Debes escucharla, bebé... Ahora está aquí, olvida el pasado, los rencores. Vamos, dale una oportunidad. –Harry susurró cerca de su oído.

–De todas formas te lo diré porque quizá jamás tenga agallas para hacerlo... –dió media vuelta y empezó a caminar de un lado a otro, se detuvo cuando estuvo frente a Louis de nuevo y lo miró a los ojos. –Estoy arrepentida, lo siento. ¿Qué quieres que diga?, ¿qué soy la peor madre al haber abandonado a mi hijo sólo por ser diferente?

–Ya no importa...

–Sí, sí importa. Escúchame Louis, William... Todos estos años te busqué, porque la culpa me oprimía, me estaba matando lentamente y nunca imaginé que iba a encontrarte aquí. Actué mal aún cuando te tuve de nuevo, pero realmente no sabía cómo hacer para devolver un poco del tiempo que perdí.

Anne y Gemma observaban en absoluto silencio. Harry lo tenía sujeto de sus hombros, no lo dejaría solo esta vez.

–Lo negué todo pensando en que si conseguía el empleo podría estar cerca de ti por algún buen tiempo, pero era demasiado inteligente, no pude ocultarlo.

–Yo no...

–Dejame terminar, cariño... Mira, entiendo que me odies tanto, que no quieras verme, que siga siendo todo lo malo para ti, pero debes saber cuán arrepentida estoy de haber causado tanto daño dentro de es corazón bondadoso que tienes. Tú no merecías una madre que no aceptara su realidad, merecías una familia y la conseguiste.

–Son la mejor familia que pude tener, ellos me dieron más de lo que posiblemente merecía.

–Y estoy agradecida con ellos, mi vida está en deuda para siempre, –lo tomó de las manos y sollozó –no te pido perdón porque sé que no estoy en derecho de pedirlo, pero si te ofrezco arrepentimiento para intentar arreglar un poco las cosas. No quiero perderte esta vez, quiero que me permitas, por lo menos, seguirte viendo.

Louis la miraba, sus ojos decían lo mucho que lamentaba eso, sus ojos delataban su verdad y sabía que lo que decía era verdad. Sus ojos estaban inundados de lágrimas que reprimía con miedo, sin embargo, no podía negar lo mucho que admiraba a Johanna, tener esa fortaleza, esas ganas de rendir miles de "lo siento" después de reconocer un error.

Le rompía más verla rogando perdón que todo el daño que alguna vez sintió. ¿Y quién era él para juzgar? Nadie tenemos derecho a juzgar a las personas por sus decisiones, después de todo cuentan con razones para hacerlo.

Somos pasajeros del tren de la vida, nosotros decidimos si queremos disfrutar el viaje o arruinarlo odiando a las personas que abordaron el mismo destino.

–No tengo nada que perdonar, Johanna. Ya es hora de tomar una decisión acertada, si Anne, Gemma y Harry me lo permiten, puedes venir a casa las veces que desees.

Los ojos de la mujer frente a él se iluminaron, su pequeño tenía un gran corazón. Anne abrazó a Gemma y Harry observó enternecido como la madre de Louis lo abrazaba con fuerza diciendo varias veces "gracias".

–Claro que lo permitidos, Johanna –medio gritó la chica rubia.

–Puedes venir todos los días –imitó su mamá en el mismo tono.

–Será un nuevo comienzo para ambos –murmuró Harry.

Louis se separó un poco y le sonrió a su madre, después de todo no dejaba de serlo.

–Espero comprendas que esto no es fácil para mí, me llevará tiempo asimilar los hechos, pero estás perdonada si eso es lo que quieres escuchar, y estoy dispuesto a luchar y salir adelante juntos. Gracias por ser valiente, mamá.

Y sí, se atrevía a llamarla mamá porque reconocía la valentía de ella, reconocía que él también falló al ser rencoroso y egoísta, reconocía el error de ambos y también las disculpas. No estaba seguro de superarlo rápido, pero estaba seguro de que esa había sido una buena decisión, una que le costaría trabajo pero valdría la pena.

–¿No me odias?

–¿Acaso podría odiar a la mujer que me dio la vida? Conozco al amor de mi vid, a la mejor hermana del mundo y a las dos mamás más valientes y generosas que existen gracias a que respiro, siento y vivo.

–William, gracias.

–Sólo dime Louis, mamá.

trxvxlxrsxxl para ti, linda. Gracias por todo ❤

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